Después de comer temprano –en París, los restaurantes acostumbran a abrir sus cocinas a las doce y media del mediodía– y a la espera de trasladarnos al aeropuerto, dimos un paseo por el Jardin de Luxembourg y alrededores, regresando al hotel para recoger nuestras maletas mientras degustábamos un helado.
La nota negativa fue que el vuelo que debía salir a las 17:20 h despegó a las 19:45 h y que nuestro equipaje de mano, pese a tener las medidas estándar IATA, era cinco centímetros mayor que las dimensiones máximas de Transavia por lo que fue enviado a la bodega de carga con el consiguiente tiempo de espera que tuvimos que dedicar a nuestra llegada a Barcelona.
Con todo, ese pequeño detalle no influyó en la fantástica semana de vacaciones que este año he podido pasar con mi familia en París.
Y eso es todo, piltrafillas. Esta entrada pone fin a la extensa serie que he dedicado a explicaros mis paseos por la capital francesa, esperando que os hayan gustado mis fotografías y que –quién sabe– los recorridos que os he comentado hayan podido servir de inspiración a aquellos que aún no conozcáis la Ville lumière.
Oooooooh!
ResponderEliminarTe ha quedado muuuuuuy sincero jajajaja
ResponderEliminarA pesar de estos problemillas, joder! Ha sido impresionante, me has hecho soñar despierto en este verano rutinario y anodino que estoy pasando por cuestiones opositoras.
ResponderEliminarUn placer y un honor haberte distraído. Suerte con las opos.
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