Y llegamos a la cita cinematográfica semanal con una nueva reseña, esta vez una dedicada a Good kill, la nueva película escrita, dirigida y producida por el neozelandés Andrew Niccol que protagoniza un –como siempre– estupendo Ethan Hawke. El argumento nos cuenta la historia del día a día del Mayor Thomas Egan, un frustrado expiloto de combate que en la actualidad realiza turnos de doce horas metido en un contenedor en una base aérea de Las Vegas realizando misiones de bombardeo con drones en Afganistán. Egan mata personas que están a kilómetros de distancia sin que deba temer llevarse un solo rasguño antes de regresar a su hogar, con su mujer y sus hijos. Su vida no corre riesgo alguno, así pues... ¿qué es lo que le atormenta? Ni algunos de sus compañeros ni su esposa parecen entenderle, sólo su Coronel, que le dice lo que cree que debe decirle para justificar su trabajo –que en parte es del todo justificado– pero comprende perfectamente lo que le ocurre. Sin embargo, una mezcla de nostalgia, desubicación y culpabilidad están llevando a Egan hacia el alcoholismo y a poner en peligro su matrimonio.
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