Feliz tarde, piltrafillas. Dedico mi reseña de hoy a El caminante, una cinta española casposa de finales de los años 70, dirigida por el mítico Jacinto 'Paul Naschy' Molina, coautor también del guión al alimón con Eduardo Targioni. Y es casposa, no porque sea una mala película en su género –que lo es, aunque en eso resida su encanto–, sino porque no hay nada peor que una basura que se las da de obra profunda y con moraleja, la de que el hombre es más malo que la maldad misma. Y es que El caminante nos presenta a Leonardo, un rufián que se aprovecha de la caridad que le otorgan las gentes de buen corazón, que no duda en asesinar, robar a labriegos que están cagando, mearse en la bebida de los ciegos –sí amiguitos, como podéis constatar, el humor es grueso y escatológico– y pagar la hospitalidad de los que le acogen beneficiándose a sus mujeres para luego marcar las nalgas de las adúlteras o los cabrones de sus esposos con una cruz invertida. Y es que Leonardo, piltrafillas, no es otro que el mismísimo diablo. No en vano, cuando mira fijamente a sus víctimas, un resplandor rojizo baña su figura. Sí, lo sé, cutre de nivel, como los diálogos en un castellano vetusto y novelesco que llama la atención. Hasta aparece en escena un lazarillo, como el de Tormes.
Joder, por lo que cuentas, bien parece ser un personaje de 'La nueva Justine de Sade'. Me encanta la película por eso; porque es una puta mierda y no aspira a cambiar nada. Gente así es necesaria jajaja
ResponderEliminarUn abrazo, King :)