Así es, piltrafillas. Si repasáis mis entradas de estas fechas durante los últimos años podréis comprobar como a estas alturas de febrero tengo siempre una cita laboral ineludible que consiste en asistir un sábado a la asamblea de órganos de gobierno de la entidad. En resumen, mañana tengo que estar en la oficina a las ocho de la mañana, antes incluso que un día normal. Lo cierto es que la práctica totalidad del trabajo y la dosis extra de estrés que el evento supone ya han sido digeridos a lo largo de las últimas semanas de preparación, pero siempre queda un poco de angustia para la fecha señalada, la verdadera hora de la verdad en la que a la Dirección le entran las prisas, las inseguridades y los nervios. Entonces toman consciencia de que para eso estamos nosotros, la soldadesca administrativa, el pelotón a su servicio, para volcar sobre nuestro ánimo la frustración que su ineptitud les provoca. De hecho, esta mañana ha sido un infierno. Como siempre, se han presentado para hacer un ensayo y -además de poner de manifiesto que no tienen la más mínima idea de muchos temas de los que deben tratar sus exposiciones- han pretendido cambiar aspectos de la planificación, ¡menos de veinticuatro horas antes! Y es que todo se les tiene que dar masticado, pulcramente preparado y explicado como para niños chicos, no vaya a ser que alguien les haga una pregunta que no sepan contestar. Lo peor es que, incluso y así, en ocasiones no saben dar las respuestas. Entonces hacen lo que cualquier directivo petulante lleva en el ADN: inventarlas, porque ellos no pueden decir simplemente que no disponen del dato y que toman nota para hacérselo llegar lo antes posible a su interlocutor, no. Ellos siempre tienen respuestas para todo, aunque sean incorrectas. En fin, amiguitos. Por lo menos este año no se esperan demasiadas complicaciones –el año que viene sí, que habrá elecciones– y deseo que, a partir de media mañana, los asambleístas comiencen a pensar en el almuerzo y en finalizar la reunión. Claro que, nunca se sabe. Llevo en esto más de veinte años y estas citas suponen siempre una sorpresa. En ocasiones se esperan problemas a causa de los temas del orden del día y finalmente se van aprobando los puntos del mismo uno tras otro sin más sorpresas; y otras veces se espera que la reunión –un centenar y medio de personas en total, no os penséis que es una asamblea de vecinos– sea una balsa de aceite, y en el turno de ruegos y preguntas aparece algún tema peliagudo, enzarzándose todos en una tangana dialéctica sin fin que lleva hacia la debacle. Total, que ya os contaré mañana... si me quedan ganas.
Yo les pondría "Los tengo colgando" y verá cómo se relajan y les entra el hambre ya a eso de las 9 de la mañana. Si no cuela, les encasqueta "Sesos humanos". Hágame caso.
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