Amigos míos, esta reseña es una nueva muestra de que no es el glamour lo que me guía a la hora de escoger entre mi colección de cedés aquellos que formarán parte de esta serie de entradas dedicadas al mencionado formato de soporte musical. Y es que eso que podéis ver en una esquina es lo que parece, ni más ni menos que un cutre pedazo de celo que aguanta la tapa del cedé. Porque sí, los fabricantes nos obligaron a adquirir estos pequeños discos brillantes –más que nada, porque en la mayoría de los casos algunos sellos dejaron de editar su música en vinilo– con la excusa de que el sonido era mejor y no sé cuantas mandangas más. Pero resultaba que el plástico era más frágil que el cartón de toda la vida... y se rompía por la bisagrita en más ocasiones de las que sería recomendable. En fin, que como ya sabéis los que me seguís, lo que yo soy es un enamorado del soporte vinílico. Sin embargo, durante buena parte de los años 90 y la primera década del nuevo siglo, lo que adquiría en la tienda eran cedés. Y, ¡qué caray!, dejando a un lado cómo estaba presentado el producto, lo que aquí hago es reseñar álbumes. Así que, allá voy un viernes más.
Hoy os traigo este Danzig, debut homónimo de la banda del mismo nombre, tomado del apellido –artístico, en realidad- de su vocalista y compositor. Llegué a él después de ver por televisión el vídeo clip de Mother, un temazo que me dejó con ganas de más y gracias al que entré en contacto con Glenn Danzig, un músico de New Jersey que a finales de los 70 había fundado los Misfits –precursores del horror punk- y años más tarde Samhain, en donde abrazaba un blues rock un poco más metálico y doom, grupos ambos que yo nunca había escuchado. Y fue precisamente en un concierto de Samhain en donde Rick Rubin –un productor que venía del mundo del hip hop pero que acabaría produciendo para su discográfica el Electric de The Cult o los seminales Reign in blood o South of heaven de Slayer– les convenció para fichar por Def American. Dos años después salía a la luz Danzig, el primer álbum de la banda de igual nombre –y el de mayor éxito de su carrera– que contaba con su líder Glenn Danzig a las voces, Eerie Von al bajo, John Christ a las guitarras y Chuck Biscuits en la batería, todos ellos –como veis– reacios a mostrarse ante el público con sus nombres reales.
Grabado en los Atlantic recording studios y los Chung King metal studios, Rick Rubin produjo una estupenda criatura híbrida de heavy metal y punk rock con influencias sabbathianas que tenía el siguiente track list:
Twist of Cain
Not of this world
She rides
Soul on fire
Am I demon
Mother
Possession
End of time
The hunter
Evil thing
Twist of Cain –que, como Possession, fue compuesta para Samhain- es un hard rock sencillo pero con una pátina diabólica. Una batería limpia, un bajo que la complementa perfectamente, una única guitarra –pero qué guitarra- y la voz inconfundible de Glenn, el Elvis del metal, todo ello con un regustillo a Black Sabbath, utilizando sonidos cuya combinación de notas ya asustan, aunque no entiendas una mierda de las letras. Not of this world es más de lo mismo, con un trabajo de guitarras estupendo a cargo de un John Christ que, sin ser un virtuoso al uso, imprimía a los temas del grupo una energía demoníaca y chirriante que atrapaba. La arrastrada She rides es otro temazo de este cedé –un álbum imprescindible en la historia del rock duro norteamericano de los 80, llamadle doom, hard, heavy o lo que queráis- que nos adentra en terrenos pantanosos envueltos por la bruma. Soul of fire comienza a medio gas, como un inclasificable rock que sirve de puente entre la anterior y Am I demon, cuyos riffs me recuerdan a Mercyful Fate y que –en mi humilde opinión– es otra de las canciones inolvidables del cedé. Mother es EL TEMA, la cancion que por ella sola convierte a este álbum en una pieza que todo amante del hard’n heavy de los 80 debería tener.
Possession es una canción un poco repetitiva que no me llama demasiado la atención y que –al igual que la primera del álbum– cuenta con la participación sin acreditar de James Hetfield a los coros. Pero la escucha se alegra rapidamente con End of time, mi segunda favorita del disco, letal como una cascabel diamante. The hunter es otro highlight del álbum, al llevar a su estilo personalísimo un blues que hizo famoso Albert King pero que Glenn y sus colegas consiguen convertir en un trallazo de blues metal bastante alejado de la versión original. Y Danzig –el álbum– finaliza con Evil thing, una tonada de corte Led Zeppelin –escuchadla atentamente, ¿no pensáis lo mismo?– pasada por supuesto por el tamiz de estos chicos malos de New Jersey.
Dedicadle una escucha a Danzig, vale la pena. Por cierto, la imagen de la portada –que también utilizó Glenn en los dos primeros elepés de Samhain– tiene su origen en una ilustración de Michael Golden para Marvel y su serie Crystar, el Guerrero de cristal. Adjunto documento.
©King Piltrafilla
Siempre fui más de Danzig en solitario que con los Misfits, lo cual es curioso, porque me gusta más Graves. Considero que Glenn saca en solitario esa faceta diabólica y oscura que en su banda matriz sólo hizo parcialmente. Esta primera entrega me encanta, pero donde esté el Danzig III, que se quite lo demás...
ResponderEliminarDiscrepo. Prefiero este. :)
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