viernes, 23 de enero de 2015

W.A.S.P. – W.A.S.P. (1984)


Correligionarios del vinilo, hubo un tiempo, allá por los 80 y primeros 90, en el que –barcelonés como soy– una o dos veces al mes, peregrinaba hasta la zona musical por excelencia de mi ciudad, esa mítica calle Tallers en la que encontraba tiendas como Castelló, Revolver o Discos Jesus. La oferta se ampliaba con Edison’s o Balada –en Pelai– y en las mismísimas Rambles, donde conseguía de importación mi Hit Parader. Eran tiempos preglobalización y preinternet, amigos. Pero, os preguntaréis, ¿a qué narices viene este ejercicio de nostalgia por parte del King? Pues porque –lo que es la memoria, que a veces no permite recordar lo que uno hizo una semana antes y otras deja una marca tan indeleble en la corteza cerebral que perdura durante décadas– el elepé que hoy protagoniza mi entrada lo compré... en El Corte Inglés. Sí, amigos ¡y de oferta! (si os fijáis, en la carátula puede verse la marca del adhesivo que quité, llevándome parte de la capa satinada). 

La verdad es que fue cosa de la prensa musical de la época, pero en aquel momento consideré a W.A.S.P. como la némesis de Mötley Crüe. Y lo cierto es que más tarde pude comprobar que Shout at the devil tenía temazos imprescindibles, pero –no sé si sería por la producción o qué–, cuando escuché por primera vez este W.A.S.P. estaba convencido de que estos se comerían con patatas a Neil, Sixx y compañía. La fuerza de todos y cada uno de los temas del disco, sin desperdicio alguno, así lo hacía presagiar. Con el tiempo, debo admitir que Tommy Lee y sus colegas, acaso gracias al impacto en su carrera de productores como Bob Rock, el saberse amoldar a los tiempos o mantener a lo largo de los años un mismo line up –¿alguien ha dicho Corabi?–, han alcanzado el olimpo del hard rock mientras que Blackie y sus hordas se han quedado a un par de peldaños. Pese a todo, la legión de metalheads que –al menos hasta The crimson idol– consideramos imprescindibles sus álbumes, no dejaremos que nadie ponga en duda la importancia de una banda que, en mi modesta opinión, se ha visto lastrada por demasiados cambios de personal y una férrea fidelidad a su propio sonido, en ocasiones provocando que en los trabajos de Lawless, el término autoplagio cobrase una dimensión épica. 


Pero todo lo dicho no empaña –reitero– que W.A.S.P. tenga tanta importancia como los mencionados Crüe, Ratt o Dokken para entender el hard’n heavy angelino de los 80. De hecho, los orígenes de la banda están en 1982. Tras la disolución de Circus Circus y una reestructuración de personal, la formación que en 1984 consigue el contrato con Capitol records es Blackie Lawless a la voz y bajo, Randy Piper y un recién llegado Chris Holmes a las guitarras y Tony Richards a la batería. 

La primera toma de contacto de W.A.S.P. con el mundo de los sellos discográficos fue algo traumático. Animal (fuck like a beast), el primer single que habían grabado como banda, fue eliminado de su disco de debut por culpa de las presiones del PMRC de Tipper Gore y tuvieron que editarlo con un sello independiente. Aún recuerdo que podía conseguirse como picture disc, algo que –por desgracia– no hice en su momento. Con portada fotografiada por Moshe Brakha según dirección artística de Larry Vigon y producido por Blackie Lawless y Mike Varney con la inestimable ayuda de Duane Baron y Stephen M. Fontano –los estudios no están acreditados pero seguro que los Prairie Sun fueron uno de ellos–, el track list de W.A.S.P. fue: 

A 
I wanna be somebody 
L.O.V.E. machine 
The flame 
B.A.D. 
School daze 

Hellion 
Sleeping (in the fire) 
On your knees 
Tormentor 
The torture never stops 


I wanna be somebody es un trallazo, el primer single oficial de la carrera de W.A.S.P. –cuyo vídeo ya había visto en televisión y grabado en una de mis recopilaciones VHS– y supone toda una declaración de intenciones de lo que un grupo hambriento de fama deseaba. Le sigue L.O.V.E. machine, otra estupenda canción de la que también tuvimos vídeo clip, The flame y la estupenda B.A.D. –cómo le gustaban los puntitos de marras a Blackie–, que desemboca en la cañera School daze que sirve de tema final de la cara A. Ni una sola de las canciones de esta cara es de relleno, amiguitos. Melodía, coros y unas guitarras afiladas definen el debut de estos tipos y lo han convertido en un puto clásico. La cara B es más de lo mismo, la potentísima Hellion, el baladón –por llamarlo de alguna manera– Sleeping (in the fire) y la tríada On your knees, Tormentor y The torture never stops... ¡todas son geniales! En resumen, un trabajo para sentirse orgullosos, imprescindible para todo jebi que se precie de ello y –volviendo a lo que os comentaba al principio– muy superior al debut de Sixx y compañía del 81 (aquí os hablé de él). 


Para ilustrar la entrada, os acompaño la grabación del cedé correspondiente a la reedición de 1998, esta vez con el track list original –iniciándose con Animal (fuck like a beast)- y conteniendo los bonus Show no mercy y Paint it black


¡Feliz viernes! 
@KingPiltrafilla

Entrada publicada simultáneamente en ffvinilo.blogspot.com

4 comentarios:

  1. Los considero en el trio de ases del heavy, junto con Maiden y Saxon .

    ResponderEliminar
  2. Yo no diría tanto jajajaja... pero son imprescindibles, sin duda.

    ResponderEliminar
  3. Eres mas de los Judas ¿no? .

    ResponderEliminar
  4. Soy de muchísimos, incluidos los Judas o WASP.
    Pero si tengo que escoger entre uno de los dos grupos, lo tengo claro. Los de Birmingham están por delante como compositores, instrumentistas, por el conjunto de su carrera... es mi opinión, claro. :D

    ResponderEliminar