Piltrafillas, si con mi anterior cinta admitía sinceramente haber pinchado en hueso, con The city of lost souls –pese a ganarle por puntos- tampoco es que haya acertado mucho que digamos. Y es que esperaba mucho más de Takashi Miike, sinceramente. A priori, el argumento hacía presagiar una obra maestra de violencia y acción con ese toque gore marca de la casa del realizador nipón responsable de un buen número de cintas, varias de las cuales ya han pasado por este espacio. Sin embargo, las cosas no siempre salen como esperamos. La historia que Miike nos cuenta es la de Mario, un brasileño de origen japonés al que un año después de asesinar en Sao Paulo a una banda rival encontramos cerca de Saitama ayudando a Kei –una joven china- a escapar de las autoridades. La pareja acaba en pleno Shinjuku –escena inverosímil que ya nos anuncia que lo que vamos a ver no transitará al 100% por los caminos de la realidad- en donde deben recoger unos pasaportes que les sirvan para dejar el país. Pero la pareja se topará con Ko –líder de un grupo criminal chino que se prenda de Kei- y a resultas del incidente perderá sus documentos. Entonces, para hacerse con un nuevo juego de pasaportes se ven obligados a conseguir más dinero por lo que Mario y Kei deciden dar un atraco. Con la ayuda de un cómplice, roban a Ko mientras estaba realizando una transacción de drogas con Fushimi, hombre fuerte de una banda yakuza rival.
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