domingo, 6 de abril de 2014

La gran estafa americana


Me despido del séptimo arte por hoy con La gran estafa americana, la historia de Irving y Sydney, unos estafadores neoyorquinos que para evitar la cárcel se ven obligados a participar en una operación del FBI a gran escala que pretende meter entre rejas a políticos corruptos relacionados con la mafia, aunque sea a costa de provocar ellos mismos –bajo la dirección del agente DiMaso- las condiciones que propicien el delito. Protagonizada en los papeles principales por Christian Bale, Amy Adams –ambos repitiendo con el realizador- y Bradley Cooper –entre otros, ya que es una película bastante coral-, La gran estafa americana ha sido una de las cintas mimadas del año. Agraciada con numerosísimas nominaciones en certámenes como los Globos de Oro –ganadora del premio a la mejor comedia-, los BAFTA o los Critic’s Choice, si lo analizamos bien veremos que al final se ha pegado un gran batacazo y es que en los Oscar, por ejemplo, de nueve nominaciones no se llevó ni un solo galardón, algo a lo que –por otra parte- su director David O. Russell ya está acostumbrado. 


Piltrafillas, os diré que a mi esposa La gran estafa americana la ha aburrido soberanamente. A mi, sin embargo –a lo mejor porque estoy acostumbrado a tragarme verdaderas bazofias y, lo que es peor, disfrutar con ellas-, me ha parecido estupenda. Será que soy un nostálgico de cierta estética pasada y es una cinta llena de fotogramas setenteros con una Amy Adams preciosa –esos escotes de vértigo que en seguida evocan escenas con Warhol en Studio 54- que parece sacada de las páginas de Vogue o Harper’s Bazaar de la época. Así que, como os digo, en mi opinión es una película muy entretenida que en tono de comedia dramatica nos ofrece el retrato de la sociedad norteamericana tan dada al engaño. Al igual que en un momento de la cinta Irving se pregunta si un falsificador que sustituye una obra maestra en un museo provocando que la admiren todos aquellos que no advierten el cambio no debería ser considerado un artista excepcional en lugar de un delincuente, el espectador asiste a cómo el FBI prepara una operación de sobornos a gran escala en la que a base de engaños a cual más rocambolesco pretende detener a políticos que –de no ser porque las autoridades ponen ante sus narices ingentes cantidades de dinero y la promesa de enormes beneficios para la sociedad- quién sabe si hubiesen hecho algo mal en su vida. En resumen, que aunque es verdad que se hace larga en algunos momentos –más de dos horas de película son excesivas-, el resultado final es mas que aceptable y le transporta a uno a esos años. Por supuesto, maquillaje, vestuario y ambientación se llevan la palma –además del trabajo de interpretación- de esta cinta que quizás peque de demasiado ambiciosa pero es de visión obligada. Atención a la breve pero imponente aparición de Robert De Niro en un papel a su medida. 


Y, para que veáis si tengo razón en quedar prendado de Amy Adams, os acompaño un par de imágenes en su honor.

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