Amiguitos, de mi serie dedicada a las minivacaciones –unos días de escapada- al Pirineo aragonés, he extraido esta especie de spin-off sobre la Estación Internacional de Canfranc. Escenario en cintas como Doctor Zhivago o de rodajes publicitarios como el del Gordo de Navidad de la Lotería Nacional, la historia que esconde la estación es tan fascinante como triste. Ideada a principios del siglo XX, después de la firma de varios convenios entre Francia y España, en un emplazamiento que no convencía a nuestros vecinos y tras diversas modificaciones del proyecto original, en verano de 1928 se inauguró una estación desmesurada –además de los servicios ferroviarios disponía de biblioteca, casino y hotel- que tres años más tarde quedó casi destruida por un incendio. Consiguió ponerse de nuevo en funcionamiento tras su reconstrucción... pero poco tiempo después estalló la Guerra Civil y el ejército franquista tapió el túnel de Somport para evitar el tráfico desde Francia. Durante la Segunda Guerra Mundial, la zona francesa se gestionó por las tropas nazis y fue en ese período en el que el tránsito de espías de un lado a otro de la frontera –el propio edificio de la estación- se intensificó, así como la llegada de judíos que huían por las montañas gracias a algunos vecinos de la población que los ayudaban mientras asistían al intercambio de wolframio español por toneladas del oro expropiado por Hitler.
Después de la Segunda Guerra Mundial, la estación continuó –pese al poco interés de los franceses- con su actividad. Sin embargo, en 1970 y por culpa del derrumbe del puente de l’Estanguet en la parte gala del recorrido –aparentemente casual pero que todos en Canfranc asumen que fue provocado-, la línea quedó interrumpida. Los franceses nunca repararon el tramo destruido y abandonaron la parte derecha de la estación, que poco a poco quedó en ruinas. Sin el intercambio de mercancías, el principal objetivo de la estación se vio mermado y la línea sufrió una imparable pérdida de tráfico. Con la parte francesa abandonada, la parte española resistió hasta los años 90, momento en que Renfe se desentiende de su gestión. Sin dinero ni interés por reparar los desperfectos, la estación queda abandonada y sin vigilancia, lo que aprovechan sus visitantes ocasionales para llevarse primero lo que pueden –lámparas, mobiliario, baldosines, letreros, puertas... de todo- y más tarde para realizar acciones de puro salvajismo, apedreando ventanas y cuanto quedaba en pie. En la actualidad, los habitantes de Canfranc están ilusionados ante la perspectiva de un proyecto que pretende convertir en hotel de lujo la estación. La idea no es nueva y tiene como principal escollo la falta de inversores pero al menos ahora, con la reciente compra de los terrenos y las instalaciones por parte del Gobierno de Aragón al Ministerio de Fomento, parece que existe cierta voluntad de hacer realidad a medio plazo el renacimiento de la Estación de Canfranc. De momento, aquí tenéis una selección de las imágenes que pude captar en la zona, bajo un calor húmedo y sofocante.
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