A principios de mes un autocar de la compañía Cevesa que realizaba su habitual recorrido entre Serranillos y Ávila sufrió un accidente. Fallecieron 9 personas a resultas de un siniestro que fue calificado como el peor en este tipo de medio de transporte de los últimos cinco años. No se decretó luto nacional. El conductor, en estado de shock, parece que aceptó que había dado una cabezada antes de perder el control. A fecha de hoy ya no es noticia. Hace cuatro días, un tren Alvia que recorría su ruta entre Madrid y Ferrol, descarriló a causa de lo que parece un exceso de velocidad. El resultado actualmente son 80 víctimas mortales. En Galicia se han decretado siete días de luto, que serán tres en España. Y yo, desde la distancia emocional que da el –por suerte- no tener ni a familiares ni amigos en la lista de siniestrados, me pregunto si los fallecidos en Santiago de Compostela son más importantes que los que fallecen cada día en las carreteras, o desempeñando su trabajo al servicio de sus semejantes, o por enfermedad... o a los que os he comentado antes, que perdieron su vida camino de Ávila. Es como si la cantidad, los números, otorgasen la importancia y se olvidasen las personas. La prensa, hoy en día, ya no tiene como función informar a la población. El fin de las empresas de comunicación es vender periódicos y captar publicidad. Y en eso están, en alimentar el morbo de los consumidores con datos de última hora, con informaciones con cuentagotas que no aportan absolutamente nada. Por eso ya sabemos todos cual va a ser el tema que tratarán los magazines matutinos a partir del lunes y por qué un periódico serio como La Vanguardia tiene hoy en portada informaciones tan necesarios para el esclarecimiento de la tragedia como la que titula Historias truncadas, “Ella gallega, él extremeño”. Tendríamos que dejar a los familiares digerir su luto, esperar a las conclusiones de la investigación e informar de lo que dictamine la justicia finalmente dejándonos de juicios paralelos, acusaciones, linchamientos –el artículo de hoy de Pilar Rahola es vomitivo- y casquería barata. Que no se le escape a nadie que, tras esas víctimas a las que hasta el Príncipe presentó sus respetos, lo que preocupa -y mucho- al Gobierno son los contratos millonarios en venta de tecnología de alta velocidad, máquinaria y prestación de servicios a países como Arabia Saudita y Brasil. En fin piltrafillas, no querría que me malinterpretaseis. Lo que ha ocurrido es una tragedia, como tantas otras que ocurren y que pasan desapercibidas, triste, desgarradora. Lo malo es que en ocasiones se montan unos circos malsanos que me parece que no son de recibo.
Un saludo, lo primero.
ResponderEliminarPor cuestiones laborales uno no es muy propenso a opinar sobre las tragedias ajenas, cosa que respeto a los demás por supuesto. Es algo personal. Pero tiene usted mucha razón...si. Creo que estamos los rabiosos y los que echan la carne a los rabiosos y no miramos de dónde viene el producto.
Ángel
Estoy de acuerdo. Se puede verter muchas opiniones y enfocarlas desde diferentes perspectivas.
ResponderEliminarLo que sí que creo es que las tragedias se miden por la cifra de fallecidos. No valen más que otros, en absoluto. Pero sí que impacta más.
En cuanto a infraestructuras... Estamos dejándonos la piel por vender nuestros trenes a Arabia, Brasil o el este de Europa y, curiosamente, tenemos una flota de trenes de alta velocidad de Siemens, comprados a Alemania, llenando los depósitos y sin utilizar. Y mientras CAF construyendo para otros países.
Es política y lamerse la heridas. El problema es que las heridas suelen localizarse en escroto ajeno.
Esto es lo que yo hubiera dicho si hubiese sabido escribirlo.
ResponderEliminarSaludos de vuelta, ya le he registrado todo el blog.