Amiguitos, hola a todos. Comienzan las reseñas de hoy con la extraña Deslizamientos progresivos de placer –caramba con el titulito de marras-, una película de mediados de los 70 dirigida por el francés Alain Robbe-Grillet que no hay por donde coger y que cuenta como principal atractivo con la presencia de las actrices Anicée Alvina y Olga Georges-Picot en sus papeles protagonistas. Lo primero que advertimos ya en los títulos de crédito es que la película no es normal, entendiendo tal apelativo como algo acostumbrado o habitual. Y es que el extraño montaje visual y sonoro le hacen pensar a uno que se encuentra ante una especie de experimento surrealista más cercano al cine de Alejandro Jodorowsky –en su vertiente más críptica- que al thriller erótico que la sinopsis permitía imaginar. Lo que la historia cuenta es como una joven artista llamada Alice es acusada de la muerte de su amiga Nora. Aunque niega su participación, su defensa confusa y con elementos imaginarios es del todo ineficaz. Así pues, Alice es ingresada en una especie de institución psiquiátrica regentada por religiosas en la que somos testigos de su comportamiento extraño. Allí, también el juez intenta interrogarla para averiguar lo ocurrido, pero no saca nada en claro. La joven le echa la culpa a un misterioso desconocido, aunque desvaría e incluso se desnuda ante el magistrado comportándose como una loca hasta lograr sacarle de sus casillas. Todo parece indicar que la artista, de la que se atisba una homosexualidad no disimulada, es la culpable del crimen.
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