Mi serie Cuenca Part IV comenzó el Sábado Santo temprano, caminando en manga corta por la calle mientras lugareñas de mediana edad embutidas en abrigos que paseaban a sus perros me miraban como se debe mirar a un extraterrestre. El cielo era un mar azul trufado de nubarrones entre los que se colaba el sol -un sol de tormenta de brillo incómodo- y en la sombra acechaba el frío, pero al menos no llovía y sobre mi cabeza no se extendía el triste y amenazador manto grisáceo de la tarde anterior. El Huécar bajaba cargadito y salvaje, la ciudad recuperaba la esperanza y engalanaba sus balcones dispuesta a disfrutar de las procesiones. Desde la Plaza de la Constitución se veía claramente el Cerro del Socorro con el monumento al Sagrado Corazón y yo me dispuse a disfrutar de un nuevo día de Semana Santa en Cuenca. Eso sí, antes regresé al hotel para coger una chaqueta y tomarme un café con leche bien calentito y unos croissants con mermelada.
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