Amigos del vinilo, mi primera entrada del año se le dedico a Skid Row, un álbum que quizás sea uno de los que mejor define a aquellos discos que idolatramos pero de los que nunca hablamos cuando queremos comentar lo mejor de nuestras discotecas. Porque no sé cuantos estaréis de acuerdo conmigo, pero -en mi opinión- se trata de uno de los álbumes de debut más sólidos que recuerdo, una obra a la que se me hace muy difícil encontrar un “pero” y en la que ni un solo tema es de relleno. No en vano, el máximo responsable de este vinilo –produced, recorded and mixed, ahí es nada- fue el mago de los controles Michael Wagener. Por supuesto, la banda también tuvo mucho que ver, sobre todo Dave Sabo y Rachel Bolan, como compositores casi en solitario de la obra. De hecho, fueron estos dos músicos los que crearon en 1986 la banda –que en una primera versión tenía como vocalista a un tal Matt Fallon- que un año después quedaría formada por los mencionados Sabo y Bolan a la guitarra y el bajo respectivamente, Sebastian Bach a la voz, Scotti Hill a la guitarra y Rob Affuso a la batería. Durante un tiempo, Skid Row estuvieron girando por locales de la costa Este labrándose una reputación y adquiriendo tablas y entonces, gracias a la mediación de Jon Bon Jovi, vecino de la infancia de Sabo –que ya era una estrella y les consiguió un contrato con Atlantic Records- grabaron su primer álbum con nada más y nada menos que Michael Wagener, quien se estaba ganando el respeto del mundillo como productor, pero sobre todo como mago de las mezclas. Si exceptuamos las peleas legales con Jon Bon Jovi –que pretendía llevarse una parte del pastel-, el resultado no pudo ser mejor: Skid Row se colocó en el número 6 de Billboard y llegó a ser (según datos de la página del productor) nueve veces disco de platino en todo el mundo.
La cara A comienza con Big guns, un hard rock guitarrero con potentes coros y una voz con fuerza que sirve de presentación a la obra y nos deja claro cual va a ser el camino que el grupo pretende llevar. Sigue Sweet little sister, con más coros, más rapidez y más fuerza aún. Sin descanso, la banda ataca con Can’t stand the heartache, otro tema en el que la potente voz de Bach se lleva la palma mientras la batería de Affuso y el bajo de Bolan le arropan acompañados por los coros y los guitarrazos aquí y allá complementando otra gran canción. Piece of me es el nuevo tema de este disco clásico de hard rock trufado de actitud chulesca que todo metalhead debería poseer... y entonces llega 18 and life, el megahit típicamente michaelwagenero, con un comienzo precioso, ese bajo a lo Billy Sheehan, la voz poderosa de Bach, la guitarra desnuda y esa entrada a lo bestia del resto de la banda para seguir con esa mezcla de baladón y medio tiempo que se le mete a uno en el cerebro para décadas. La producción y ese sólo casi al final hacen el resto para que el single sea un éxito en todas las emisoras. Rattlesnake shake es otro trallazo característico de un Lp que en todos sus temas sigue sin apartarse ni un ápice de la senda sónica marcada por Wagener en el que la base rítmica poderosa acompañada de unas guitarras afiladas que sueltan riffs a diestro y siniestro arropando la voz del líder.
La cara B se inicia con otro hit, Youth gone wild, en el que encontramos más de lo mismo. Guitarrazos, la voz de Sebastian, coros a mansalva y esas cabalgadas machaconas de bajo y batería. Me repito amigos, pero es que la fórmula le fue bien a Wagener y no la cambió en todo el disco. Here I am es quizás el tema menos agradecido del álbum –al menos para mi es el menos original- ya que me suena demasiado a otras canciones escuchadas miles de veces, pero sin desmerecer el resultado. Makin’ a mess es otro de esos temas hard rockers al máximo, interpretado con chulería y descaro por Bach, uno de esos en los que no se puede evitar menear la cabeza y los pies al ritmo de la batería. Se trata del tema más festivo, cañero y heavy de todo el disco. Y entonces llega el momento del baladón, I remember you –con un inicio que en cuanto a sonido podría ser perfectamente de Poison-, que sigue la misma fórmula de 18 and life –intro con guitarra solitaria y entrada súbita del resto de la banda-, aunque aquí la manera de cantar de Sebastian convierte a la canción en el verdadero hit mojabragas del álbum. Por si fuera poco, la guinda la ponen con Midnight/Tornado, un regalo para que los más metalheads nos quedemos con buen sabor de boca en el que se juntan de nuevo coros y guitarrazos. Porque sí, el grupo quiere que las chicas llenen sus conciertos, pero para nada es un banda para niñas. Todos hemos visto las fotos de estos chicos, sobre todo los posados de Sebastian Bach en las revistas explotando su sex-appeal, pero nadie en su sano juicio es capaz de etiquetar como hair-metal lo que acabamos de escuchar. De hecho, la imagen entre glam y macarra ya nos avisa de que las greñas de estos tipos poco tienen que ver con los cardados teñidos de Brett Michaels y CC DeVille.
Skid Row (el álbum) es un disco redondo, sin duda, en el que destaca esa voz entre rota y potente –además de la imagen- del frontman indiscutible, Sebastian Bach, un tipo parlanchín y vehemente que –si podéis ver las entrevistas que le hacían al grupo en su momento más álgido de popularidad-, se comía al resto de la banda en presencia y carisma, algo que acabó enemistándole con Rachel Bolan y Dave Sabo, los verdaderos creadores del grupo. Por suerte, antes de separarse, tuvieron tiempo de regalarnos otro enorme Slave to the grind. Ampliando información, Skid Row se grabó en los Royal Recorders y las fotos de portada y contraportada las hicieron David Michael Kennedy y Mark Weiss –a quien, por cierto, sigo en Twitter- respectivamente, según diseño de Bob Defrin, el director artístico de Atlantic.
Feliz viernes y feliz 2013.
@KingPiltrafilla
Entrada publicada simultáneamete en ffvinilo.blogspot.com
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