Amiguitos, cuando era sólo un adolescente y la música de Kiss o AC/DC comenzaba a llamarme la atención me dio por pedirle a mi padre una guitarra aunque este –supongo que viendo peligrar sus siestas- me la negó una y otra vez. Tanto insistí que en un aciago día para él, en lugar de morderse la lengua, me espetó “cuando te dejes de comer las uñas te compraré una guitarra”, algo que en aquel momento –dada mi afición a roer las uñas y la piel de la punta de mis dedos- le debió parecer una expresión similar a lo de las ranas criando pelo. Lo que pasa es que mientras en el tema de los batracios la imposibilidad es cosa de la naturaleza, en lo de mis uñas sólo se necesitaba voluntad. Y contra todo pronóstico la tuve. Mi pobre padre se tuvo que comer con patatas sus palabras y comprarme la dichosa guitarra –o guitarrita, como decía él para tocarme los huevos cada vez que me obligaba a dejar de tocarla, harto del ruido- cuando contaba yo con catorce años. Sin embargo, yo la quería eléctrica –por supuesto- y aquí se impuso una vez más la voluntad paterna avalada por un pequeño defecto de forma –a su favor- en la frase que había pronunciado tiempo atrás y que le daba la razón. Mientras yo me había referido siempre a un instrumento que necesitaba de enchufe y su correspondinte amplificador –que era la idea que en mi cerebro se formaba-, lo cierto es que él nunca dijo que lo que hipotéticamente me iba a comprar tuviese que ser eléctrico. Total, que ya he tenido dos guitarras en mi vida –españolas, acústicas, del Corte Inglés y con cuerdas de nylon- y ninguna ha sido eléctrica. Treinta años después sigo sin saber tocar y sueño –platónicamente ya, como se sueña en primaria con la niña más guapa y popular de la clase- con tener algún día una eléctrica como Dios manda. Hace años me encantaban las Gibson –aunque la Fender Stratocaster de la competencia era mítica, a mi las que me gustaban eran la Explorer, la SG y la Flying V-, después me encandilaron las Jackson y las BC Rich, que eran mucho más heavies de apariencia y sonido, y ahora –de tener dinero de sobras para comprarme alguna- las que tengo en mi punto de mira son las Dean. En fin amiguitos, que si algún día me queréis hacer un regalo ya lo sabéis.
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