lunes, 28 de febrero de 2011

Amparo Muñoz


Acabo de enterarme. Ha muerto Amparo Muñoz Quesada, un mito erótico de los 70, la única española que ha llegado a ser Miss Universo. Lo sé, lo sé, no se trata del premio Nobel, pero me parecía -en su momentos de mayor esplendor- más guapa que cualquier literato o sabio científico. A lo mejor a alguno le parece poco respetuosa esta imagen tratándose de una necrológica, pero a cada cual lo suyo y -por muy guapa que fuese- Amparo no destacó en vida precisamente por sus decisiones inteligentes. En fin, nadie le quitará nunca que se convirtiese en el icono erotico de una época. Descanse en paz.

Shen Shengqiu






Finalizo el lunes con Shen Shengqiu, pintor figurativista chino nacido a mediados del siglo pasado que estudió en una granja durante la revolución cultural y debido a su talento consiguió ser seleccionado por una academia de arte para ampliar sus estudios. En la actualidad se dedica a la docencia.

Jack Beal







Os presento ahora a un veterano de la escena artística norteamericana, el pintor realista Jack Beal, un natural de Richmond formado en Chicago que vive en los alrededores de Oneonta, a medio camino entre Manhattan y el Lago Ontario. El hombre –que sigue trabajando- lleva a sus espaldas más de cuarenta años de carrera.

Muamar



Otro asesino tirano al que le queda poco en el poder y a quien deberían encerrar en lo más profundo de un calabozo sin ventilación pero a quien sus numerosos amigos occidentales ayudarán a tener un retiro dorado. Y mientras, la hipocresía mundial sigue gozando de buena salud. España –sin ir más lejos- comprando petróleo a Irán y Libia, haciendo negocios con China y manteniendo relaciones con Marruecos y Guinea Ecuatorial pero, eso sí, siempre contra los gobiernos que violan los derechos humanos. Manda güebos, viva la doble vara de medir. Si es que en el fondo la culpa de todo la tenemos nosotros. Lo malo es que –como siempre-, si hay problemas, los platos rotos los pagaremos los ciudadanos de a pie y nuestros mandatarios se irán de rositas como si nada.

domingo, 27 de febrero de 2011

Gabriele Chiapparini







Pongo fin al último domingo del mes con un joven fotógrafo de Bolonia llamado Gabriele Chiapparini, de quien no dispongo de demasiada información que digamos. Tampoco es que haga mucha falta ¿no?.

La Mosquitera





Mi última reseña del fin de semana se la voy a dedicar a La Mosquitera, un cinta española que afrontaba sin tener la más mínima idea de su argumento. Lo poco que había leído de ella es que era extraña, dura, opresiva, de esas en las que una historia de apariencia dulce e inocente esconde una realidad cruda y descarnada. Pero la verdad es que –después de verla y de intentar digerirla- si bien no le resto a la película un ápice de rareza, no sé si es tan profunda que no he sido capaz de comprenderla o es que no había para tanto y todo lo que se cuenta en ella es pretendidamente trascendente pero más bien anodino.




A ver amiguitos, en resumen nos encontramos en La Mosquitera con un matrimonio y su hijo; ella –Alicia- una ilustradora aparentemente pusilánime, anímica y sentimentalmente alejada de su marido, mucho más unida –quizás obsesionada- a su hijo, él –Miquel- un tipo que bajo su supuesta capa de serenidad y resignación parece esconder una violencia que tapa una soberana impotencia para mantener a su familia en armonía y el hijo –Lluís-, un adolescente hípersensible –recoge animales desvalidos, es introvertido, toca el piano... vamos, uno de esos frikis a los que ahostiaría con gusto- que se encuentra completamente fuera de sitio en el seno de esa familia. Pero es que ni se entiende por qué ese adolescente de los cojones está enfadado con la vida, ni por qué la madre se siente vacía o aburrida ni por qué el padre se comporta como se comporta. Bueno, miento. Visto el panorama, si se entiende por qué el padre va detrás de la empleada del hogar. Luego hay una serie de personajes de aquellos que también hay que dar de comer aparte, como la hermana de Alicia –Raquel-, que no duda en insinuar que su cuñado maltrata psicológicamente a Lluís y a los pocos segundos es capaz de castigar cruelmente a su pequeña hija por una nimiedad, y sobre todo a María –la madre de Miquel-, una anciana senil que habla por boca de Robert –su marido- quien inventa los diálogos que entre ellos se producen y juega a suicidarse junto a su esposa con el gas de la cocina. Total piltrafillas, que la fotografía me ha gustado mucho, la pobre Susanita me ha dado mucha pena... pero no entiendo demasiado bien qué es lo que aporta esta fábula ni qué era lo que pretendía su realizador que los espectadores extrajésemos de ella. Quizás buscaba esto, la absoluta perplejidad.

The Town








La segunda película que os recomendaré es The Town, una cinta dirigida por Ben Affleck que me ha gustado mucho más de lo que esperaba y es que siempre había criticado al bueno de Ben por creerse una estrella sin que a mi entender fuese demasiado destacable como actor pero me ha sorprendido gratamente como realizador. En resumen, lo que nos cuenta la película es como Doug atraca un banco junto a su banda tomando como rehén brevemente a Claire –la gerente de la entidad- para poder escapar, como la vigila para averiguar si les ha reconocido –viven en el mismo barrio de Boston- y como se enamoran mutuamente poco a poco mientras el agente Frawley estrecha cada vez más el cerco al grupo de delincuentes del que Doug forma parte.




Así que no os puedo mentir amiguitos, esta historia en la que un atracador de bancos pelea a tres bandas por el amor de una joven, contra el FBI y por conseguir la libertad buscando un futuro alejado de sus raíces criminales me ha parecido realmente buena y aunque en algún momento –normal por otra parte en dos horas de metraje- pierda un poco de fuelle, The Town es una película notable, una especie de cinta de acción policial con trasfondo romántico completamente recomendable en mi humilde opinión.

Bajo el signo de Géminis






Y en el ámbito cinematográfico, mi primera recomendación del día amiguitos se la lleva Bajo el signo de Géminis, una cinta erótica danesa de 1975 de impronunciable título original. La historia que nos cuenta es la de dos discográficas –Master Records y Onofon- que están enfrentadas por culpa de la contratación de la estrella del momento, una cabaretera llamada Dolores Rossi. El país entero está pendiente del tema y los periódicos llevan la noticia en primera plana. El favorito de la prensa es Anthon Master, quien está a punto de dar una fiesta en su mansión para presentar a su fichaje. En realidad, Master no valora a Dolores y la considera únicamente un paso necesario para hacerse con un contrato con World Records. Pero mientras habla despectivamente de la artista con su grupo de aduladoras –una especie de secretarias para todo que le acompañan de día y de noche para satisfacer sus deseos-, unos empleados de Ulven Stein –el mandamás de Onofon y competidor de Master- lo oyen todo y se lo cuentan a su jefe, quien planea el secuestro de Anthon para evitar que la cantante firme con él su contrato. Sin embargo, las chicas de compañía del magnate y su fiel mayordomo –un maduro palomo cojo- tinen una idea para desbaratar el plan de Stein.




Números de baile, actuaciones musicales, un tono de comedia con regusto Landiano... Bajo el signo de Géminis comienza como una película musical de Rocío Dúrcal o Marisol que luego se agita en una coctelera con un sainete de enredos de calidad baja tirando a ínfima y unas buenas cucharadas de hard porn. Total amiguitos, lo nunca visto por este que os escribe, acostumbrado a peliculillas casposas de argumento más o menos interesante sazonado con escenitas softcore o a cintas directamente pornográficas en las que con calzador se meten argumentos de lo más estúpido como vehículo para justificar la sucesión de actos sexuales de todo tipo. Pero está unión desinhibida y ciertamente trabajada de historia cómica –aunque sea poco original- con escenas completamente hardcore aún no la había visto –y disfrutado- nunca. En resumen, una comedia porno danesa de los 70 con contenido y fundamento. Como documento de ese tipo de cine no está nada mal.

Richardus CUATRO

Cuatro



Abril 2003

Han pasado ya diez semanas desde que llegó aquella segunda postal, la primera por la que supe que era mi padre quien de una manera tan extraña parecía querer contactar conmigo. A fecha de hoy llevo recibidas un total de siete, correspondientes a otras tantas estampas de Hiroshige –desde Kawasaki a Fujisawa-, y en todas ponía lo mismo, aquella sucinta declaración de amor paterno. El día de mi cumpleaños, en Marzo, Hanna me regaló un ejemplar de Rediscovering the old Tokaido. In the footsteps of Hiroshige, un libro de fotografías de un tal Patrick Carey que encontró en la librería Mayersche, el viejo establecimiento de la plaza Neumarkt. Se trataba de una obra muy interesante, llena de espectaculares imágenes que mostraban la apariencia actual de las estciones del Tokaido. En unos pocos casos, aún era posible reconocer algo de la estampa original. Pero, en general, gracias al progreso, se hacía muy difícil identificar en las fotografías de hoy a las bucólicas imágenes de antaño.
Total, que si mi padre me sigue enviando postales a este ritmo –porque lo cierto es que sin tener prueba alguna, quiero convencerme de que realmente provienen de él-, calculo que en un año o año y medio a lo sumo habré recibido las cincuenta y cinco estampas de Hiroshige. La incógnita, algo en lo que de momento prefiero no pensar pero que tarde o temprano tendré que comenzar a plantearme, es lo que haré cuando llegue ese momento. Porque, además de para que Angus herede de su abuelo una bonita colección de postales, ¿cual es el objetivo que persigue mi padre con todo esto, darse a conocer en persona?. Me refiero a que, bueno, ¿aparecerá de la nada después de enviar la última postal, como si fuese una bailarina semidesnuda que sale por sorpresa del interior de un gigantesco pastel de aniversario?.


Mientras me consume la expectación ante no sé muy bien el qué, observo desde el sofá a mi pequeño Angus, que juega en un rincón del comedor, ajeno por completo a las elucubraciones de su padre. Es –aunque esté mal que yo lo diga- una preciosidad de niño. Hace cuatro años ni tan solo estaba en este mundo, y ahora sería incapaz de imaginar mi existencia sin él a mi lado. A veces, después de ver por televisión ciertas noticias, me pregunto que poderosas razones pueden empujar a un padre a abandonar a una criatura así, lo que me lleva a intentar comprender una vez más qué es lo que obligó a mi progenitor a abandonar a su mujer y a su hijo.

Es extraño. Cada vez estoy más convencido de que, cuando nuestros hijos son pequeños, justificamos nuestras ansias de protegerles, de estar a su lado y abrazarles, con una pretendida dependencia de ellos hacia nosotros. “Nos necesitan” decimos, sin analizar que somos nosotros, los padres, los que en la mayoría de los casos dependemos emocionalmente de ellos. Por eso, comentando sobre el particular con matrimonios que conozco desde hace un tiempo y que son padres desde hace más años que yo, he advertido que cuando los hijos abandonan el hogar –sea en pareja o en solitario, que para el caso importa poco- todos hacen ver que se sienten felices e ilusionados ante la perspectiva de esa nueva etapa que emprenden en su existenia los vástagos de la familia, exclamando aquello de “es ley de vida” o ñoñeces por el estilo. Pero lo cierto, y no albergo duda alguna sobre ello, es que cuando un hijo se va de casa, los padres sienten como si les arrancasen algo propio y ven como su vida, al igual que el día en que sus pequeños llegaron a este mundo, deja de ser como hasta entonces. Y cuanto más tarde marchan del hogar paterno, peor. No en vano, obviando los lazos afectivos, nuestros retoños tienen nuestro mismo código genético. Son –exagerando- como una extremidad más, aunque con autonomía propia. Así que hace años que me esfuerzo por alimentar el convencimiento de que una razón muy, pero que muy poderosa empujó a mi padre a separarse de mi. O eso o es que era todo un hijo de puta.

Angus deja en el suelo su muñeco de Spiderman y me dedica una sonrisa. Yo se la devuelvo, intentando transmitirle una seguridad de la que últimamente carezco, disimulando el miedo irracional que me consume cuando pienso que la próxima semana o la siguiente recibiré una nueva postal y me encontraré un poco más cerca del final de esta extraña mascarada y su incierto desenlace.

- A comer.
La voz de Hanna me sobresalta. Angus se pone en pie y se encamina hacia la mesa dando palmas.
- Eh, señorito, ¿te has lavado ya las manos? –le pregunto.
- Ay, no –me responde, frenando su carera y dedicándome una sonrisa de pilluelo.
- Pues venga –le replico con fingido semblante serio mientras le señalo el pasillo de acceso al cuarto de baño y en su mirada detecto un mudo “¿me acompañas?” al que sucumbo.

Luego nos sentamos a la mesa. Hanna ha preparado unas brochetas de rape y langosta que huelen de maravilla y me retraen, sin razón aparente, a la época en la que estaba trabajando en las oficinas de un centro deportivo de la cadena francesa Santé et Esport, en mi Barcelona natal.

Mel Odom







Y estas ilustraciones con aire inequívocamente homo son obra del afamado ilustrador norteamericano Mel Odom, formado en ilustración de moda y que durante su carrera ha trabajado para Time, Playboy o Viva. Sin embargo la mayoría de su producción ha sido para diversas editoriales como diseñador de portadas para libros. Su estilo es inconfundible.