Minutos Musicales

Piltrafillas, me hago mayor. Si hace unos meses nos sorprendían los Scorpions anunciando su retirada, ahora son los Judas Priest los que nos dicen que ha llegado el momento de poner punto final a su carrera. Espero con pavor el día que Iron Maiden u Ozzy hagan lo mismo porque eso querrá decir que el mundo se acaba. Así es amiguitos, ni profecías mayas ni predicciones de Rappel ni de la Bruja Lola, la desaparición de Steve Harris de los escenarios provocará el fin del universo, al menos el de los que crecimos en los 80 pinchando vinilos una y otra vez, asistiendo a ferias del disco y forrando nuestras carpetas con recortes del Metal Hammer. Qué triste. La verdad es que en el caso de los alemanes ya hacía años que me era imposible seguirles. Uno o dos temas por álbum que valían realmente la pena –y que no llegaban al nivel de su legado clásico, sinceramente- eran insuficientes para hacerme vibrar con su música. Pero, ¡coño!, eran los Scorpions, los de Lovedrive, Blackout, Love at first sting, el Tokyo Tapes, Animal Magnetism, Savage Amusement... incluso Crazy World me gustó, aunque supuso el inicio del fin en mi opinión. ¿Y qué decir de Halford, Downing, Tipton y compañía?, joder, la puta historia del heavy metal. En este caso es incluso más sangrante la despedida ya que –para mi gusto- sólo un par de álbumes ¿adivináis? son prescindibles en toda su historia. Pero todo se puede perdonar, absolutamente todo, a quienes han alumbrado Screaming for Vengeance y Defenders of the Faith, dos joyas del rock de todos los tiempos. Lo dicho piltrafillas, triste. En breve le hablaré a mi hija de Bruce Dickinson, Lemmy o Paul Stanley y no tendré ninguna imagen actual que mostrarle para que entienda la energía que me transmitían. Me sentiré acabado. Tendré la misma sensación que el otro día en la oficina, cuando puse voz de Pepe Isbert mientras gritaba ¡Chencho, chencho! y mis jóvenes compañeros me miraron como si hablase en arameo, sin saber a quién diablos intentaba imitar.