Y la última cinta de la que os voy a hablar en el día de hoy será la –no sé cómo calificarla, quizás impactante estaría bien- coproducción franco-alemana Las alas del deseo también conocida por El cielo sobre Berlín, su título en Alemania. Esta cinta de Wim Wenders cuenta la historia de Damiel y Cassiel, dos ángeles de la guarda –aunque en la escena de la biblioteca puede verse que hay muchos más conviviendo con los seres humanos- que vuelan sobre el Berlín de los años 80, cuando la ciudad se hallaba dividida por el muro. Dichos ángeles tienen una existencia eterna como meros observadores y son capaces de transmitir algo de paz y sosiego pero ni pueden intervenir físicamente en los acontecimientos ni pueden manifestarse –excepto ante los niños, que sí son capaces de verlos- ante las personas. Pero Damiel, cansado de existir eternamente acompañando a la gente y escuchando sus pensamientos –apáticos, ansiosos de felicidad y amor, expresiones de empatía, ira o miedo en una sociedad triste y gris con un vacío interior inmenso-, decide que ya es hora de disfrutar de sensaciones tan simples como tomarse un café. Cuando conoce a Marion, una trapecista, los acontecimientos se aceleran y no duda en sacrificar su inmortalidad para conseguir estar junto a ella.
En mi opinión, creo que no hay discusión sobre la naturaleza de Der Himmel über Berlin, que es claramente una parábola sobre la división de Berlín y sus ciudadanos. En ese sentido, Damiel podría ser la misma ciudad o quizás su propia historia, de la que debe pasarse página como único vehículo para alcanzar la luz. Claro que es sólo una interpretación. Amiguitos, al igual que muchos fotógrafos o pintores de los que os he hablado, cuya propuesta esconde un laborioso proceso intelectual que no niego, quienes afirman que con sus obras intentan transmitir complejas ideas y a lo que yo siempre os digo que a mi me importan un bledo tales argumentos y que únicamente me fijo en si el resultado final me satisface o no, así mismo creo que hay que abordar esta película prodigiosa. Hacer otra cosa son ganas de darle vueltas a la cabeza sabiendo que, a no ser que tengamos a Wim Wenders por vecino y le podamos preguntar, no obtendremos ninguna respuesta. Por ejemplo, en estos momentos sigo pensando en la escena en la que unos jóvenes se cruzan con Peter Falk y se preguntan si el tipo que acaba de pasar era Colombo. Ignoro si se trata de un guiño que destroza la película o es un elemento meditado del argumento, un nexo entre la fábula que estamos viendo y la realidad a la que asistimos, la coexistencia de los berlineses con esa cicatriz que el mauer suponía no sólo en las calles de la ciudad sino para sus vidas.
En resumen piltrafillas, que Wings of desire es de una poesía visual emocionante, con una música preciosa, de un ejercicio estético maravilloso, con una fotografía impresionante, una cinta en la que casi cada fotograma es una instantánea que me hubiese gustado mostrar como complemento a mis palabras. Pero temo que el gran interés que la película ha despertado en mi tiene mucho más que ver con la nostalgia de un Berlín que visité no hace mucho y que me impactó tanto que con el valor real que me merece como divertimento. Y es que la verdad es que hay momentos en los que se hace insoportable, como cuando las voces en off nos ofrecen reflexiones pretendidamente profundas, aburridas y sin sentido. Un ejemplo de ello es cuando Marion y Damiel se encuentran en el bar del club musical, con una perorata por parte de ella de lo más cargante. Aún así creo que todo amante del cine y la fotografía, e incluso de la historia reciente, debe ver esta película que sin duda hay que visionar varias veces para poderla comprender y disfrutar a fondo en todas sus capas.
En mi opinión, creo que no hay discusión sobre la naturaleza de Der Himmel über Berlin, que es claramente una parábola sobre la división de Berlín y sus ciudadanos. En ese sentido, Damiel podría ser la misma ciudad o quizás su propia historia, de la que debe pasarse página como único vehículo para alcanzar la luz. Claro que es sólo una interpretación. Amiguitos, al igual que muchos fotógrafos o pintores de los que os he hablado, cuya propuesta esconde un laborioso proceso intelectual que no niego, quienes afirman que con sus obras intentan transmitir complejas ideas y a lo que yo siempre os digo que a mi me importan un bledo tales argumentos y que únicamente me fijo en si el resultado final me satisface o no, así mismo creo que hay que abordar esta película prodigiosa. Hacer otra cosa son ganas de darle vueltas a la cabeza sabiendo que, a no ser que tengamos a Wim Wenders por vecino y le podamos preguntar, no obtendremos ninguna respuesta. Por ejemplo, en estos momentos sigo pensando en la escena en la que unos jóvenes se cruzan con Peter Falk y se preguntan si el tipo que acaba de pasar era Colombo. Ignoro si se trata de un guiño que destroza la película o es un elemento meditado del argumento, un nexo entre la fábula que estamos viendo y la realidad a la que asistimos, la coexistencia de los berlineses con esa cicatriz que el mauer suponía no sólo en las calles de la ciudad sino para sus vidas.
En resumen piltrafillas, que Wings of desire es de una poesía visual emocionante, con una música preciosa, de un ejercicio estético maravilloso, con una fotografía impresionante, una cinta en la que casi cada fotograma es una instantánea que me hubiese gustado mostrar como complemento a mis palabras. Pero temo que el gran interés que la película ha despertado en mi tiene mucho más que ver con la nostalgia de un Berlín que visité no hace mucho y que me impactó tanto que con el valor real que me merece como divertimento. Y es que la verdad es que hay momentos en los que se hace insoportable, como cuando las voces en off nos ofrecen reflexiones pretendidamente profundas, aburridas y sin sentido. Un ejemplo de ello es cuando Marion y Damiel se encuentran en el bar del club musical, con una perorata por parte de ella de lo más cargante. Aún así creo que todo amante del cine y la fotografía, e incluso de la historia reciente, debe ver esta película que sin duda hay que visionar varias veces para poderla comprender y disfrutar a fondo en todas sus capas.
Mira que me gustaría poder decirte que todo es una farsa.
ResponderEliminarPero de pequeño, solitario, de mayor asocial, no sé ni cómo me casé y disfruto de la compañía de Yuky y mi chaval.
Quizás, sea ese ángel que me acompaña y que creo pude hablar con él, salvo que alucine mi mente debido a los biberones de entonces.
“En efecto, la obra, deja de ser tuya cuando la expones, es pues normal que distintas versiones afloren, cada ente, verá un algo distinto, por tanto hermosísimo, no has creado un mundo, si no millones” TJWT Tronken
Me identifico con toda su entrada -cambie usted Yuki y el chaval por Queen Piltrafilla y mi niña-, pero lo que no me ha quedado claro es si ha visto la película o si mis palabras le han hecho pensar en verla.
ResponderEliminarCreo recordar haberla visto +o-
ResponderEliminaro se mezclan parecidas...
Me quedo con que sus palabras me hicieron reflexionar...