Amiguitos, la primera película del fin de semana de la que os voy a hablar es la coproducción peruano-argentina dirigida por Bernardo Arias titulada El inquisidor –también conocida como El inquisidor de Lima- que se rodó en 1975 y fue automáticamente prohibida por la censura. La cinta, que no se pudo exhibir en las pantallas comerciales, tuvo que esperar diez años para ver la luz directamente en el mercado del vídeo pasándose por televisión con el título de El fuego del pecado.
La acción se inicia en la capital peruana, cuando un desconocido engaña al chófer de un coche de boda para que se detenga con la vieja artimaña de indicarle que tiene una rueda pinchada. El objetivo de tal acto no es otro que matarle y apoderarse del vehículo. De esa manera puede secuestrar a una pareja de jóvenes, Cristina y Hugo, que está contrayendo matrimonio en esos instantes. Más tarde, cuando la policía encuentre el coche y el cuerpo sin vida del chófer en su maletero, el hallazgo de un puñal de plata con empuñadura en forma de cruz les dará las primeras claves para iniciar una investigacion. Nosotros no tardaremos en conocer a un grupo de degenerados, una especie de secta que utiliza métodos medievales de tortura y asesinato, que quemarán viva a la joven secuestrada. Ahora, su hermana María Elena está en peligro sin saberlo y todo viene relacionado con un misterioso secreto que la tía de las jovenes conoce bien y que acaba por llevarla a la muerte a ella también en su mansión en Argentina. Paralelamente dos amigas bonaerenses visitan a una joven de Lima con la intención de pasar unos días en la playa y haciendo turismo.
En realidad, El inquisidor es un producto notable -mezcla de giallo y película de Jesús Franco- en el que una historia policíaca se sazona con unas gotas de erotismo y un trasfondo sobrenatural. Si os soy sincero, dejando a un lado la calidad de la copia que he visto –sin duda extraída de alguna cinta de VHS antigua-, opino que se trata de una obra muy distraída y recomendable para los amantes de este tipo de cine.
La acción se inicia en la capital peruana, cuando un desconocido engaña al chófer de un coche de boda para que se detenga con la vieja artimaña de indicarle que tiene una rueda pinchada. El objetivo de tal acto no es otro que matarle y apoderarse del vehículo. De esa manera puede secuestrar a una pareja de jóvenes, Cristina y Hugo, que está contrayendo matrimonio en esos instantes. Más tarde, cuando la policía encuentre el coche y el cuerpo sin vida del chófer en su maletero, el hallazgo de un puñal de plata con empuñadura en forma de cruz les dará las primeras claves para iniciar una investigacion. Nosotros no tardaremos en conocer a un grupo de degenerados, una especie de secta que utiliza métodos medievales de tortura y asesinato, que quemarán viva a la joven secuestrada. Ahora, su hermana María Elena está en peligro sin saberlo y todo viene relacionado con un misterioso secreto que la tía de las jovenes conoce bien y que acaba por llevarla a la muerte a ella también en su mansión en Argentina. Paralelamente dos amigas bonaerenses visitan a una joven de Lima con la intención de pasar unos días en la playa y haciendo turismo.
En realidad, El inquisidor es un producto notable -mezcla de giallo y película de Jesús Franco- en el que una historia policíaca se sazona con unas gotas de erotismo y un trasfondo sobrenatural. Si os soy sincero, dejando a un lado la calidad de la copia que he visto –sin duda extraída de alguna cinta de VHS antigua-, opino que se trata de una obra muy distraída y recomendable para los amantes de este tipo de cine.
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