Por último os quiero recomendar –aunque se que sólo los muy frikis me haréis caso- uno de esos exponentes del nuevo gore japonés pasado de vueltas en el que la sangre, más que miedo, lo que pretende es hacer pasar un buen rato lleno de humor negro en el marco de un argumento absurdo y surreal. Me refiero esta vez a Robogeisha, de Noburu Iguchi –el de Sukeban Boy y The Machine Girl, las cuales ya os he comentado en este blog-, una cinta que nos cuenta la historia de Kikuyakko y Yoshie, dos hermanas huérfanas. La primera es una geisha y la segunda su asistente. Un día son invitadas a la empresa del joven Hikaru Kageno y su padre, quienes bajo la apariencia de dueños de una multinacional del acero esconden un ejército secreto de asesinas modificadas biónicamente –una mezcla entre geisha, Robocop y el Inspector Gadget-, soldados despiadadas con las que un día pretenden dominar el mundo. Y la voluntad de los Kageno no es otra que reclutar a las chicas como miembros de su particular plantilla.
Cuando tras unas semanas Yoshie –a quien su hermana ha maltratado y humillado desde la infancia- se da cuenta de que sus progresos como luchadora la hacen sentirse valorada por primera vez en mucho tiempo, deberá solucionar el dilema moral que se le plantea y escoger entre la bondad inherente a su humanidad o la frialdad de convertirse en una máquina de matar, algo en lo que está consiguiendo una experiencia más que aceptable. Y para ello quizás deba enfrentarse a los que la han entrenado. En resumen amiguitos, peleas coreografiadas, golpes a diestro y siniestro, tetas ametralladoras, katanas en las axilas, algo de sangre –tampoco es que haya tanta-, duelos con espadas, trajes de colegiala –cómo no-, culos que disparan estrellas de metal, interpretaciones patéticas y efectos especiales cutres aunque bastante pulidos hacen de Robogeisha una película palomitera y megafriki, sólo para iniciados en delicatessen de este calibre.
Cuando tras unas semanas Yoshie –a quien su hermana ha maltratado y humillado desde la infancia- se da cuenta de que sus progresos como luchadora la hacen sentirse valorada por primera vez en mucho tiempo, deberá solucionar el dilema moral que se le plantea y escoger entre la bondad inherente a su humanidad o la frialdad de convertirse en una máquina de matar, algo en lo que está consiguiendo una experiencia más que aceptable. Y para ello quizás deba enfrentarse a los que la han entrenado. En resumen amiguitos, peleas coreografiadas, golpes a diestro y siniestro, tetas ametralladoras, katanas en las axilas, algo de sangre –tampoco es que haya tanta-, duelos con espadas, trajes de colegiala –cómo no-, culos que disparan estrellas de metal, interpretaciones patéticas y efectos especiales cutres aunque bastante pulidos hacen de Robogeisha una película palomitera y megafriki, sólo para iniciados en delicatessen de este calibre.
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