La segunda cinta del fin de semana es de aquellas que marcan. Comienza la cinta y vemos a una chica que se está maquillando en lo que parece un camerino. De pronto aparece alguien vestido de negro y le destroza la cara salvajemente golpeándola repetidas veces contra el espejo para después sacarle los ojos. ¡Y aún no han salido los títulos de crédito iniciales piltrafillas! Dejadme que os recomiende hoy The gore-gore girls, una producción del pionero del gore Herschell Gordon Lewis fechada en 1972 en la que se cuenta la resolución de una serie de asesinatos que tienen lugar en un club de strippers. Así pues el argumento nos contará como el detective Abraham Gentry –a requerimiento de la periodista Nancy Weston- se verá inmerso en una investigación con el fin de averiguar quien se encuentra tras la identidad del asesino de bailarinas de strip-tease que ocupa la primera página de los periódicos. Sus pesquisas le llevarán primero hasta un estudiante que al parecer estaba obsesionado con la primera víctima, pero pronto verá que la pista resulta ser errónea. Mientras, Gentry continuará con su investigación recorriendo la ciudad junto a Nancy en su Stingray blanco descapotable y nuevos cadáveres irán apareciendo.
Amiguitos, pese a la edad de The gore-gore girls, los amantes del gore más casposo disfrutaréis con sus primeros planos de martillazos en el cráneo, nalgas destrozadas, gargantas cortadas, machetazos, planchados de cara, extracciones de ojos y ensañamientos varios con los cuerpos de las pobres strippers. Sangre a raudales –aunque no tanta como sería de desear en una cinta de este tipo- mostrada con sadismo y crudeza en el marco de un mundo cabaretero que le proporciona a H.G. Lewis la excusa perfecta para aliñar la cinta con abundantes centímetros de carne femenina desnuda. La calidad interpretativa es pésima –a excepción del caso de Gentry, interpretado por un tal Frank Kress, quien me ha gustado- y lo cierto es que en ocasiones la falta de ritmo es una losa para el desarrollo de la acción –la batalla campal con las feministas y su preámbulo se hacen largos en exceso- pero la verdad es que... ¿a quién le importa?, no estamos más que ante una cinta barata de serie B ultra-gore con gotas de humor negro y un desenlace de lo más idiota que he visto nunca, para disfrutar con unos gintonics o –como ha sido mi caso- un par de copas de ron añejo colombiano tumbado comodamente en el sofá.
Amiguitos, pese a la edad de The gore-gore girls, los amantes del gore más casposo disfrutaréis con sus primeros planos de martillazos en el cráneo, nalgas destrozadas, gargantas cortadas, machetazos, planchados de cara, extracciones de ojos y ensañamientos varios con los cuerpos de las pobres strippers. Sangre a raudales –aunque no tanta como sería de desear en una cinta de este tipo- mostrada con sadismo y crudeza en el marco de un mundo cabaretero que le proporciona a H.G. Lewis la excusa perfecta para aliñar la cinta con abundantes centímetros de carne femenina desnuda. La calidad interpretativa es pésima –a excepción del caso de Gentry, interpretado por un tal Frank Kress, quien me ha gustado- y lo cierto es que en ocasiones la falta de ritmo es una losa para el desarrollo de la acción –la batalla campal con las feministas y su preámbulo se hacen largos en exceso- pero la verdad es que... ¿a quién le importa?, no estamos más que ante una cinta barata de serie B ultra-gore con gotas de humor negro y un desenlace de lo más idiota que he visto nunca, para disfrutar con unos gintonics o –como ha sido mi caso- un par de copas de ron añejo colombiano tumbado comodamente en el sofá.
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