domingo, 2 de mayo de 2010

Gummo (1997)








Piltrafillas, mi sesión cinematográfica se inició el sábado con la visión de Gummo, un cinta que había olvidado y que tenía muchas ganas de ver. En esta película atípica, anticomercial y friki se nos cuenta la historia de unos adolescentes que malviven en una población de Ohio que años antes fue devastada por un violento tornado que causó decenas de muertos. Esos jóvenes marginados –impresionante la actuación de la mayoría, quienes parecen estar representando sus propias vidas en lugar de interpretar- dedican los días a delinquir, torturar animales, iniciarse sexualmente con deficientes mentales –“¿Sabes dónde voy mañana?”, pregunta Tummler al principio de la película, “¿A dónde”? replica el pequeño Solomon, “A un asilo de locos, a ver si me cepillo a una tontita”- y drogarse.

Como podéis ver, Gummo no es precisamente una película mainstream políticamente correcta. En la cinta tenemos a los mencionados Tummler y Solomon –este último un alfeñique al que su madre pretende convertir en bailarín de claqué-, que persiguen gatos callejeros para matarlos con sadismo y venderlos a peso a un intermediario que a su vez los revende a restaurantes chinos y provee a los chicos de cola de carpintero para esnifar. También encontramos a dos hermanos skin-head, huérfanos -ejemplos estereotipados de adolescentes con mucho músculo y nulo cerebro, carne de cañón sin futuro- y a unas chicas que se enganchan cinta aislante en los pechos para sacársela más tarde de un tirón y así dar más volúmen a sus pezones.




Lo dicho amiguitos, una película friki, interesante, extraña, que también trata de pasada el cáncer, la homosexualidad y el abuso a menores –“La primera vez yo tenía cuatro años”, narra una voz en off en primera persona, “mi padre se tumbó encima de mi y me dijo: quítate las braguitas”- en el marco de Xenia, típica localidad poblada por ese tipo de gente que, más que vivir al margen de la sociedad, es la misma sociedad la que les ha dejado al margen, ese tipo de personajes que sabes que van a morir, convertirse en drogadictos, alcohólicos, delincuentes o homeless alienados, la verdadera América profunda post-Reagan. Rodada a ratos como un documental casero, alternando imágenes rodadas en soporte estándard con tomas realizadas con lo que parece un tomavistas de 8 mm, Gummo no es fácil de ver pero te hipnotiza desde la música totalmente redneck de los títulos de crédito en los que ya aparece ese niño con pinta de inadaptado –es violento, fuma, escupe, se mea en los coches que pasan bajo un puente, pero lleva en la cabeza unas enormes orejas de conejo rosas, como las que visten las bunnies en las fiestas de Playboy- que aparece en algunos pasajes de la película y que no se exactamente lo que quiere significar (acaso el mostrarnos que bajo la fachada de cada uno de los seres de vida vacía de la película hay un inocente conejito). Ganadora de diversos galardones, entre ellos el Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Gijón en su edición de 1997, Gummo es una cinta estéticamente impactante que os recomiendo aunque se que no será del agrado de todos.

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