domingo, 28 de marzo de 2010

Anvil: the story of Anvil






Parte de la mañana del sábado la dediqué a ver Anvil: the story of Anvil, un documental del que llevaba tiempo oyendo hablar muy positivamente. Así, mientras iba preparando lo que tenía que ser mi comida y la de mi familia –unas botifarres amb escalivada, bolets i patates al caliu- disfruté de la historia de Steve Kudlow y Robb Reiner, dos canadienses que a los catorce años –allá por la lejana década de los 70- se unieron para formar un grupo de heavy rock al que llamaron Anvil, que fue denominado por los medios locales de la época como los semidioses del metal canadiense y que fueron el germen del que nacerían supergrupos de la talla de Anthrax, Slayer o los mismísimos Metallica. The story of Anvil comienza con las imágenes de un festival de verano a principios de los 80, con Anvil compartiendo cartel con grupos de la talla de Scorpions, Bon Jovi o Whitesnake, todas ellas bandas que –a excepción de los primeros- han vendido millones de álbums a lo largo de su carrera y han ganado cantidades ingentes de dinero. ¿Qué pudo pasar? El éxito les sonreía, los fans les aclamaban... pero quizás no estuvieron en el momento justo en el sitio adecuado. También es verdad que a lo mejor no tenían el mismo nivel que algunas bandas coetáneas que alcanzaron la fama, pero lo cierto es que hoy en día figuras como Lars Ulrich, Scott Ian o Slash se declaran totalmente deudores de estos tipos, incluso la leyenda Lemmy les alaba. Sin embargo, lejos de vivir en mansiones, invertir en arte o dedicarse a embotellar vinos Steve Kudlow –el loco Lips- vive en Toronto y a las siete y media de la mañana ya está camino de su trabajo en una empresa de catering para escuelas mientras que Robb Reinner trabaja en la construcción. Sí amiguitos, a sus más de cincuenta años –tocando en garitos de mala muerte en los que acérrimos seguidores de otros tiempos les veneran con simpatía-, son un ejemplo de determinación y amor por la música contrapuesto a la imagen del rockero de éxito, retirado en su rancho, ático de Manhattan o mansión de lujo, con coches caros en el garage y mujeres guapas en la piscina, preguntándose que razón tiene para abandonar esa vida regalada y echarse a la carretera para grabar otro álbum en los tiempos de internet. No piltrafillas míos, ellos aman la música, aman el hard rock –incluso les cuesta dinero y esfuerzo- pero siguen ahí.
En el documental vemos como tras el relativo éxito de principios de los 80, la debacle y renacimiento de los 90 y la determinación por no fallecer como banda con el cambio de siglo, finalmente –gracias a su terquedad y la ayuda de sus familias, pero también a la fe ciega de la que se convertiría en manager, Tiziana Arrigoni, una fan italiana que le ofrece al grupo un tour por Europa y que este incomprensiblemente acepta- Anvil se embarcan en una gira anárquica que les lleva a algunas citas importantes pero también a garitos de mala muerte en los que a veces tendrán que batallar –literalmente- por subsistir. Es emocionante ver como esos músicos veteranos, uno de los grupos que entre finales de los 70 y principios de los 80 estaban ahí empujando por dar entidad a un estilo que adquirió enormes proporciones, se encuentran un poco fuera de lugar junto a las bandas con las que tocan en el sentido de que parecen no creérselo del todo, comportándose más como fans –en especial Kudlow, a la caza de compañeros músicos de los que es admirador- que como miembros del cartel. Un momento simpático y patético a la vez es cuando la banda no puede coger el tren hacia el festival en el que actuan porque no hay billetes por culpa –precisamente- de que los asistentes al evento los han comprado todos, un suceso que a Motley Crue o Metallica –que viajaban en aviones privados- no les hubiese pasado nunca. Así pues, tras un periplo no siempre cómodo por Croacia, Suecia, Bélgica o España por festivales, pabellones de deportes y antros infectos... -cualquier cosa con un unico fin, mantener viva la llama de Anvil- el grupo tiene finalmente la oportunidad de grabar con Chris Tsangarides, renombrado productor que veinticinco años atrás grabase con ellos su Metal on Metal (82), un nuevo álbum.




En fin piltrafillas, que Anvil: the story of Anvil no se trata de un reportaje musical, no se trata de un documental cargado de glamour, no es el retrato de unas estrellas del rock, Anvil: the story of Anvil es historía del día a día de dos amigos que después de tantos años no han dejado escapar su sueño y se aferran a él con pasión. En realidad piltrafillas –al menos en ese aspecto-, Robb y Steve son un ejemplo a seguir. En el aspecto cinematográfico os diré que la cinta, además de numerosas nominaciones en diversos certámenes, se ha llevado en estos dos últimos años desde su estreno el Austin Film Critics Award, el premio a mejor documental en el Calgary International Film Awards, el primer premio en el Chicago Intenational Film Awards y recientemente, este mismo año, el primer premio en los Independent Spirit Awards.
¿Sabéis?, Anvil nunca fueron santos de mi devoción, pero despues de ver este soberbio documental me voy a dar un baño de nostalgia y recuperaré alguno de sus temas para volverlo a escuchar con una sonrisa melancólica en mi cara de cuarentón heavy. Los 80 molaban piltrafillas –sobre todo porque éramos más jóvenes-, metalheads forever!

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