sábado, 19 de septiembre de 2009

Ícaro



Piltrafillas, ayer por la tarde –gracias a la generosidad de mis amigos Daniel y Pep, actor principal y realizador respectivamente- asistí a la presentación de un cortometraje documental en el auditorio –en realidad una gran sala diáfana compuesta de pequeño escenario y casi un centenar de sillas de Ikea- de los sótanos de la biblioteca municipal de una población costera del Maresme. Hay que decir que el de ayer era un pase para amigos y todos aquellos que habían participado en la concepción de la obra –de ahí lo reducido e informal del evento- y que el estreno oficial se celebró el día anterior en el marco de un congreso sobre cuidados paliativos para pacientes terminales. Por lo que se, al acontecimiento –además de los médicos y ponentes- asistieron diversos críticos cinematográficos y tanto los unos como los otros se mostraron ampliamente satisfechos por el resultado. Lo de ayer, pues, era una proyección mucho más familiar e informal, un acto distendido en el que nadie pretendía juzgar el resultado... nadie, excepto vuestro humilde servidor. Así es piltrafillas, siendo la primera vez que uno –crítico amateur de infinidad de cintas para este blog- acudía a una cita de este tipo ¿no iba a aprovecharlo? Evidentemente, sí.

Es por eso que –para aquellos que quieran estar preparados para cuando se emita por televisión, porque no hay duda de que así se hará- voy a comentaros un poco de que va todo esto. El documental en cuestión –con guión de Ester Flores y Anna Batlle, médico en un equipo de cuidados paliativos y periodista de la televisión autonómica catalana respectivamente- se titula ICARO y en resumen versa sobre los últimos días de César, aquejado de una enfermedad terminal, quien comienza a recibir mensajes sms cargados de amor, poesía y admiración en los que alguien desconocido intenta insuflarle la fuerza y la energía necesarias para afrontar con dignidad y valor la etapa final de su vida. Amiguitos, aunque de tanto en tanto dejo caer alguna referencia a ello –necesidad de una válvula de escape supongo- también os dije que este blog no era sitio para escribir en profundidad sobre ciertas cosas, pero lo cierto es que no me encuentro precisamente en un momento familiar demasiado propicio a fustigarme con retratos de desgracia y sufrimiento. Sin embargo en ICARO el tratamiento de la historia –terrible, por supuesto- es tan carente de tremendismo y sensiblería –no se ve una sola bata blanca ni cama de hospital ni lágrimas- que se hace ameno de ver e incluso reconfortante en el sentido que uno piensa si llegado el momento podría ser tan sencillo y natural desvanecerse, marcharse, extinguirse... hasta que el director y el cabrón del autor de la música –dicho esto con todo cariño para quien ha sabido crear una melodía que yo no dejaría escuchar a depresivos con tendencias suicidas- nos muestran el testimonio más descarnado –insisto, sin lágrimas ni exageraciones-, el del hijo resentido que sin haber logrado aclarar los motivos del distanciamiento con su padre cuenta como durante los últimos minutos de vida mantuvo su mejilla pegada a la de César. Es entonces, -en el preciso momento en el que nos enteramos de quién es el misterioso autor de los mensajes de móvil- cuando la historia y la música de fondo se unen y cobran vida convirtiéndose en un nudo enorme que se te mete en la garganta impidiendo el paso de la saliva y provocando el inmediato humedecimiento de los lagrimales, por decirlo de una manera poética. O sea, que este iconoclasta irreverente metalhead que disfruta viendo cintas sobre asesinatos en masa o mutilaciones –es sólo ficción, no lo olvidéis- no es capaz de aguantarse los mocos ante un cortometraje de este estilo. En fin amiguitos, yo antes no era así, que lo sepaís.

ICARO mezcla inteligentemente emoción y cierto distanciamiento documental por lo que -a mi entender- es en ese sentido una obra redonda. La historia es carne de guión cinematográfico, la fotografía es excelente –aunque no se trata de Storaro ni de Almendros, pero hay que tener paciencia con Pep, que está comenzando, je je je- y el montaje es muy bueno y nos sabe llevar por meandros de tranquilidad hasta desembocar en esa abrupta salida al mar que es el desenlace. Si hay que poner un pero a la obra este sería la elección de Daniel como actor principal. La verdad es que su trabajo es excelente –alabado incluso por algún familiar de César, lo que tiene mucha más relevancia que lo que pueda decir un criticucho aficionado de tres al cuarto como yo- tanto en la expresión de sus miradas –a Daniel no le oímos nunca, sus sentimientos los relata una voz en off- como en la expresión corporal. El pero radica –y ahí coincido con varios de los que asistieron al visionado con los que tuve ocasión de cruzar opiniones- en el físico. Daniel es un hombre delgado, pero no enclenque. Es decir, que por mucho que camine ligeramente encorvado, como extenuado por el cansancio, si cuando la imagen lo muestra a contraluz encendiendo un cigarrillo podemos ver sus bíceps de tipo atlético y deportista lo cierto es que choca pensar en él como un enfermo terminal. Ah, y como última maldad os diré que Daniel no fuma y eso se nota mucho en un primer plano en el que César enciende un cigarrillo. El gesto es impecable, pero tío, sólo te faltaba toser.

Epílogo. En el apartado de las notas negativas tenemos el pobre cátering –ya se que puedo pecar de desagradecido, pero es que al ver en el aparcamiento una furgoneta con fotografías de sushi en los laterales me había hecho ilusiones- compuesto de un par de bols de nueces de macadamia, brochetas de melón y piña, brochetas de tomate cherry y mozzarella y unos chupa-chups de queso de cabra con topping de cacahuetes o algo similar que eran de lo mejor que había y que duraron menos que el caramelo en la puerta del colegio de la manida expresión popular. Y como colofón, al regresar a casa, mi coche decidió pararse en plena Gran Vía –carril central para más inri- y no arrancar. Pero que estas dos nimiedades no os hagan olvidar este título. Recordad piltrafillas, si alguna vez véis que en vuestra comunidad programan ICARO, aunque el tema quizás no os interese a priori, ved el documental aunque sólo sea para comentar esta entrada y contarme si estaís de acuerdo con mis palabras o no. Y por supuesto, gracias y felicidades a Pep y Daniel. Great job men!

P.D. Amiguetes, si lleváis la cinta a algún festival internacional, añadid en los créditos alguna frase promocional sobre este blog. Hoy por ti, mañana por mi.

9 comentarios:

  1. Joder ya me esta picando la curiosidad, si alguién sabe dónde la puedo ir a ver me lo dicen.Por cierto sabe si ese tal Daniel es el fornido protagonista de otro corto llamado "Pescadores"

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  2. Al principio no he caído y he salido sin contestarle. Ahora me parece que se quien es usted.

    ¿Ese corto que dice usted, PESCADORES, no será el reportaje satírico que hice hará un año o así? A lo mejor ese fue su primer papel ante la cámara... ¿me equivoco de persona?

    Si no es así, lo siento, es que me patina la olla.

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  3. Oiga, debo reconocer que esta si que es una buena entrada de cine. La verdad es que por lo que explica este corto pinta muy bien.

    Por cierto, que glamour esto de ir a las presentaciones cerradas de películas. Pero con que gente se codea usted?

    Estaré atento a ver si encuentro
    el "icaro" este.

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  4. No era una película, era un documental y lo cierto es que no me codeé con nadie. Fue llegar, ver la proyección, comerme unas brochetas sosas, tomarme dos copas de cava y desaparecer. Esto de la farándula no es para mi. Saludos.

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  5. Sí me la topo, seguro que la veo.

    Pero los enfermos terminales me recuerdan a la última peli que he visto que me dejó tremendamente triste.
    "Camino" te toca el corazón.

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  6. Camino te toca el corazón y los güebos. Te irías a algún centro de esos de retiro espiritual del Opus y los apalearías a todos, para que se reuniesen con su creador de una puta vez. Les molaría mazo ¿no?

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  7. jajajajjaajajajaja!!

    Resulta dificil viendo esa peli entender cómo se atreven a llamar locos a las personas enfermas que están encerradas en manicomios habiendo sueltos por el mundo semejantes experpentos.

    Y lo peor es que hay personas que les creen a pies puntillas,...y ¿después nos extrañamos de que los nazis hayan existido?

    Conozco esos modelos de sacerdotes...espero que sean una especie en extinción, no todos son así. Pero en las altas esferas sacerdotiles resuenan con eco en las cabezas de los de sus túnicas.

    Para ver al diablo sólo hay que pasarse por allí, y que Dios me perdone si he pecado en lo que digo, en caso claro está de que exista...En caso de que exista supongo que conocerá el término "libertad de expresión". En ese caso, sólo en ese caso, le envio un abrazote.

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  8. Hola.

    Entré en tu blog por casualidad, buscando info de ICARO en el google.
    Pude verlo en la proyección que pasaron durante el congreso de paliativos, y me gustó mucho, sobre todo porque no busca la lágrima fácil para plasmar la realidad y emplea un lenguaje poético que aún la hace más interesante.
    Espero que podamos verlo pronto en TV o en algún festival de Cine.
    Dos recomendaciones de "documentales" que podrían interesaros si os gustó ICARO: "vivir con las botas puestas" de Lourdes Bañuelos y "Las alas de la vida", de Toni Canet... ambas sublimes, y en la línea de ÍCARO... nada que ver con "Camino" o pelis afines, jeje...

    Saludos
    MJ

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  9. He tenido la suerte de ver el documental ICARO, realmente sabe plasmar las emociones y las distintas situaciones que se producen en el entorno de un enfermo terminal, sin que sea un documental lacrimógeno. Es sorprendente que existan poetas anónimos como el autor de los mensajes.

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