Bueno piltrafillas, ahora sí que puedo decir que he pasado el examen de friki "rarito". He visto Nekromantik, una película alemana que un tal Jorg Buttgereit rodó con pésimo gusto a finales de los 80 y que –tras ser prohibida en infinidad de países- se convirtió en film de culto para los amantes de emociones fuertes. En realidad, la película es vomitiva. Podría haberse hecho con una fotografía más cuidada, un trabajo de actores que no pareciese de aficionados y unas escenas menos explícitas y aún hubiese podido colar como una obra inquietante de terror inteligente. Sin embargo, el objetivo del realizador parece ser que se centró exclusivamente en provocar la náusea en los espectadores. O quizás no amiguitos, ya que –al fin y al cabo- tanto este que os lo cuenta como un gran número de frikis amantes del gore y las historias extremas la hemos acabado viendo.
El argumento de Nekromantik –que fusiona dos términos tan aparentemente dispares como necrofilia y romanticismo- nos cuenta la historia de Robert, un tipo que trabaja en una empresa que se dedica a limpiar de cadáveres las zonas en las que se han producido accidentes o delitos. Al tipo le gusta coleccionar despojos, por lo que su ocupación le proporciona inmejorables oportunidades para hacerse con vísceras diversas que conserva en botes de cristal. Además, tanto él como la novia con la que vive son necrófilos, por lo que la vida no puede ser mejor para ellos. Es como si Ernesto de Hannover trabajase en Jack Daniel’s.
El argumento de Nekromantik –que fusiona dos términos tan aparentemente dispares como necrofilia y romanticismo- nos cuenta la historia de Robert, un tipo que trabaja en una empresa que se dedica a limpiar de cadáveres las zonas en las que se han producido accidentes o delitos. Al tipo le gusta coleccionar despojos, por lo que su ocupación le proporciona inmejorables oportunidades para hacerse con vísceras diversas que conserva en botes de cristal. Además, tanto él como la novia con la que vive son necrófilos, por lo que la vida no puede ser mejor para ellos. Es como si Ernesto de Hannover trabajase en Jack Daniel’s.
Sin embargo un buen día el friki de Robert –a quien tambien le gusta matar gatos y bañarse en su sangre y frotarse el cuerpo con su carne lacerada- es despedido de la empresa y, sin ese valor añadido que como proveedor de juguetes sexuales tenía, Rob no puede evitar que su novia le abandone. El joven intenta distraerse viendo películas gore, pero nada, no puede olvidar su angustia así que contrata los servicios de una prostituta y se la lleva a un cementerio. Sin embargo no podrá excitarse hasta que, por accidente, mate a la pobre chica. Y es que cuando uno tiene unos hábitos es muy difícil acostumbrarse a cosas nuevas. En fin piltrafillas, que como podéis imaginar no os voy a recomendar que la veáis. ¿Es un ejemplo de cierto cine europeo de una época concreta?, sí, ¿tiene interés cinematográfico?, pues no lo sé, la verdad. Si os digo que las dos escenas más salvajes corresponden a un ménage à trois de la pareja con un cadáver en descomposición al que colocan un tubo de hierro envuelto en un preservativo para suplir la fata de turgencia del pene putrefacto o la del suicidio –da igual que os cuente el final- de Rob, que se apuñala el vientre mientras eyacula hasta que vemos que de su miembro erecto el semen que brota se convierte en sangre os podéis imaginar el nivel de la cinta. Sí amiguitos, una asquerosidad para curiosos o frikis de lo más desviado. Eso sí, debo admitir que si te la tomas como un despropósito y aceptas entrar en el juego puede resultar incluso hilarante. Don’t try it at home!
¡La Virgen!
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