Piltrafillas, comienzo la tarde de domingo con una nueva crítica cinematográfica. En esta ocasión –mientras me tomo mi acostumbrada copa dominical de ron añejo colombiano- os voy a hablar de la película que vi ayer noche, que no es otra que Pozos de ambición, la historia de Daniel Plainview desde sus inicios como minero de poca monta y ambicioso prospector petrolífero hasta que se convierte –junto a su hijo H.W. con el que mantiene una difícil relación- en un magnate que no sabe ni qué hacer con tanto dinero. Muchas veces os he contado que no es lo mismo una película lenta que una pausada. Las primeras son aquellas que se hacen eternas y en las que parece no pasar absolutamente nada excepto los minutos. Las segundas son aquellas en las que el argumento avanza poco a poco pero seguro, ocupando minutos de metraje sin hacerse pesado. Pues bien, en mi modesta opinión, la cinta es de las segundas en la primera parte de la película pero se hunde en el primer grupo conforme vamos avanzando. De hecho opino que con menos minutos y la supresión de algunas escenas que no nos llevan a nada hubiese ganado muchos enteros.
La actuación de Daniel Day-Lewis es muy buena, aunque no sé si se merecía el Oscar. Sea como sea, compone de una manera creíble un personaje al que no sabes si amar u odiar, que no sabes si siente amor por su hijo o no o si le importa el resto del mundo –de hecho, el mismo dice que le molesta que los demás triunfen en la vida y que odia a la gente- o lo único que guía su vida es el afán por amasar una fortuna. En el fondo –aunque muchos críticos han alabado el trabajo del realizador- no se explica muy bien si este hombre huye de algo o qué busca exactamente. Otra cosa que a mi entender tampoco se explica suficiente es el personaje de Eli el predicador, un tipo que al principio parece inteligente y después un loco mesiánico peligroso. Con todo ello la película no es mala, se deja ver con cierto interés, lo que ya es mucho para una historia de ¡dos horas y media! que –como os he dicho- va perdiendo fuelle conforme se acerca a su último tercio. La fotógrafía muy buena eso sí, quizás el Oscar más merecido de los dos –pese a contar con 8 nominaciones- que obtuvo la película, y la música también me gustó. En resumen, recomendada con reparos.
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