Bueno amiguitos, ya he vuelto. La noche de Navidad, el día de Navidad y el día de San Esteban –que en Catalunya también es festivo y en el que, por supuesto, se come hasta reventar- han quedado atrás. Turrones, embutidos, viandas varias, alcoholes y destilados a tutiplén... los días de excesos han acabado. Ahora toca esperar hasta fin de año, otra de esas citas ineludibles con la hipocresía, los buenos deseos y las llamadas a media noche, una fecha en la que sólo ganan los operadores telefónicos -¿qué pasa, que si no llamamos a la gente en el minuto 1 del año para gritarles feliz año nuevo no sirve?- y los intermediarios de alimentación que han vendido a precio de oro una uva sin sabor que lleva almacenada en cámaras frigoríficas desde Septiembre. Por cierto, que en uno de mis momentos de autismo social conectado al mp3 descubrí en un rincón de la casa que compartía junto a cuñados, suegra y sobrinos -veintidós personas en total- unas vetustas revistas de fotografía que me dieron mucha inspiración de cara a mis recomendaciones. En fin, vamos allá piltrafillas, camino del incierto y negro 2009.
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