lunes, 25 de agosto de 2008

Diamante de sangre


Ayer –quizás para no pensar que hoy debía dar por pasadas mis vacaciones y dirigirme al trabajo- me dio por programarme una noche de cine. La cinta escogida fue la larga –más de dos horas- Diamante de Sangre, una película protagonizada por un Leonardo DiCaprio que me sorprendió gratamente y por un genial Djimon Hounsou. El argumento –no por ser conocido por todos a estas alturas- no es de los que te deja indiferente. La verdad es que gran parte de la película estuve cabreado, enfadado, dolido con una sociedad que tolera estas cosas y muchas más del mismo estilo. A grandes rasgos os diré que la historia cuenta como un mercenario y traficante de diamantes llamado Danny Archer se vale de un desesperado padre de familia al que los rebeldes le han secuestrado un hijo para encontrar un gran diamante rosado con el que poder pagar una deuda y abandonar la vida que lleva. El contrapunto femenino lo pone una periodista norteamericana bregada en mil guerras que pretende desenmascarar a las corporaciones que se lucran con el sufrimiento de pueblos oprimidos. De fondo tenemos el conflicto de Sierra Leona –en realidad puede ser de muchos países africanos- y el tráfico de armas. Un resumen del vicioso y viciado círculo del que unos pocos obtienen beneficios y otros sufren lo indecible lo encontramos en la persona del Coronel que entrenó a Archer, un tipo que vende armas a los rebeldes y ayuda militarmente al Gobierno para luchar contra aquellos a cambio de concesiones mineras. El Coronel –y los que son como él- ganan y el resto pierden todos. Esto enlaza –aunque ese es otro tema- con la indecencia de los Gobiernos de países fabricantes de armas, que miran a otro lado mientras estos “coroneles” e intermediarios similares les hacen el trabajo sucio y los pobres parias se matan entre ellos faltos de toda humanidad.

Como nota negativa le encuentro a la película precisamente ese pretendido tono de denuncia del que se jacta. En realidad de poco sirvió la cinta más que para que actores y productores ganasen dinero a costa de mostrar con bonitas imágenes una realidad que no ha cambiado ni –soy pesimista- cambiará nunca. Nominada a 5 Oscar en 2007, no obtuvo finalmente ninguna estatuilla. Yo os la recomiendo. No es redonda del todo, pero creo modestamente que está bien rodada y distrae. Además, no cuenta ninguna mentira y –aunque a veces nos sepamos la lección- no está de más que nos la recuerden de tanto en tanto.

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