Sí, sí, ya lo sé, esto de los carteles de Ikea ya no da más de si, pero es que este es del nuevo centro que la multinacional escandinava acaba de abrir en Beijing. Porque, aún siendo la China un país en el que no se respetan las libertades individuales -entre ellas la de expresión, libre pensamiento o derecho a la información- parece que nada importa cuando se trata de ganar dinero a cualquier precio. Así, el capital occidental se pone ante los ojos una vergonzosa venda y, cual gallinita ciega ávida de beneficios, muestra interés en ofrecer productos a un mercado de millones y millones de potenciales compradores sin darse cuenta de que estamos alimentando a un monstruo. O quizás sí que se dan cuenta, pero tanto les da. En aras del beneficio económico inmediato no reparan en que, cuando los chinos entren en la rueda del consumo salvaje, occidente tendrá que sacarse el alimento de la boca para poder seguir contentando al gigante, un gigante que de todas maneras -no lo dudéis- algún día acabará dándose cuenta de que el fuerte es él y puede obtener lo que quiera sin esperar a que se lo den. Ese día finalizará el orden mundial tal y como lo conocemos ahora. Sí piltrafillas, China e India serán en un futuro no muy lejano los amos de la Tierra, y Europa se convertirá en el tercer mundo, agobiada por una galopante crisis económica y padeciendo hambre y desertización, resultado del cambio climático al que nadie hace caso. De momento intentaré no pensar demasiado en ello limitándome a admirar los cuerpos desnudos de las ficticias modelos de Ikea que os presento. Buena suerte.
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