domingo, 27 de julio de 2008

Upstairs, Downstairs


Por otro lado está la británica Upstairs, Downstairs que retrata con una maestría típica de las series británicas, la vida de una familia de clase alta y la de sus sirvientes, la de los señores que viven escaleras arriba y la del servicio, que lleva con mayor o menor dignidad su gris existencia en los bajos de la mansión ubicada en Eaton Place, calle del exclusivo barrio londinense de Belgravia.
La serie –otra de esas joyas de los años 70- nos mostraba las alegrías y miserias –porque vivir arriba no siempre es sinónimo de felicidad- de los Bellamy a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX. De la misma manera asistíamos al día a día de la cocinera, el ama de llaves, el mayordomo.... Precisamente es este personaje, el del mayordomo Hudson, el que más me marcó. Este hombre –genialmente representado por el actor Gordon Jackson- era el típico retrato del sirviente con conciencia de clase que asumía y se enorgullecía de ser un lacayo. Para él no había otra vida, y despreciaba incluso a los sirvientes más jóvenes que osaban aspirar a una vida mejor acusándoles de no saber cual era su lugar en la vida. Otro de los personajes que se me quedaron grabados –en realidad la serie me gustó tanto que a todos los recuerdo con cariño- fue el de la pobre y fea Ruby. No he vuelto a ver en una serie alguien tan desgraciado, triste y vilipendiado.

Lo dicho amiguitos, dudo que hoy en día nuestros hijos aprendan de las series como hicimos nosotros en aquellos años. O quizás sí que saquen algún provecho, pero auguro que no será nada bueno.

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