martes, 31 de enero de 2012

Antonio Castelló Avilleira


Piltrafillas, pongo fin a mis entradas de hoy con los impresionantes trabajos del pintor hiperrealista madrileño Antonio Castelló Avilleira, quien con sus frutas –tan reales que les hincarías el diente- nos regala un final de mes colorido y de lo más jugoso.

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Sí amiguitos, tenemos un foro, aunque al parecer no despierta entre vosotros el más mínimo interés –en este momento sólo participamos cinco personas de manera más o menos asidua- y la verdad es que debo admitir que los temas que tratamos no es que sean precisamente de gran profundidad. Es por ello que me permito invitaros –una vez más- a que os registréis en el foro y participéis elevando el nivel de debate de baja estofa que en él se da –fotos de chicas desnudas y fútbol principalmente- otorgándole así una perspectiva de vida halagüeña, puesto que de seguir así le veo poco futuro. Lo sé, lo sé, es triste pedir... pero más triste es de robar.

Cabezas de Hidra – Capítulo noveno (III)




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Pero eso había ocurrido hacía años, y en la actualidad Shinichiro trabajaba en su escritorio ubicado en la planta duodécima del edificio central de una de las compañías de la corporación Sumitomo. Un día de verano, un mensajero acababa de hacerle llegar una nota de Zatoichi. Su mentor requería su presencia, por lo que Shinichiro decidió no hacerle esperar y dejar lo que estaba haciendo. Marcó un número de teléfono y luego bajó en el ascensor hasta la planta baja del edificio de oficinas. Salió a la calle y encendió un cigarrillo, dispuesto a esperar junto a la puerta. El día era frío y seco y, extrañamente, el índice de contaminación llevaba un par de semanas manteniéndose bajo, algo absolutamente inusual para Tokyo en esa época del año. Exactamente ocho minutos más tarde, una limusina se detuvo ante él.

Cuando Shinichiro llegó a la mansión de Zatoichi, una construcción sita en las afueras de Yokohama y con unas preciosas vistas sobre la bahía, un criado le condujo hasta una especie de sala de reuniones. La habitación era totalmente negra. Las baldosas relucientes del suelo, los plafones marmóreos de las paredes, la pintura que recubría el falso techo jalonado de fluorescentes violáceos, todo era negro. En las esquinas del fondo permanecían de pie, manteniéndose en un discreto segundo plano pero totalmente avizor, dos jóvenes armados. En el centro de la sala había una larga mesa, negra también, con trece asientos a su alrededor y, en su cabecera, estaba el poderoso y temido Zatoichi. El hampón había envejecido, quizás con mayor rapidez de lo que cabría esperar en un hombre corriente en el mismo período de tiempo, y su semblante ya no era el de un hombre justo y responsable, como antaño, sino el de un cruel y despiadado asesino. Sin embargo, Shinichiro admiraba a aquel hombre que estaba involucrado en una gran cantidad de delitos pero que, a su vez, había cuidado de él. No había sido un padre, pero se le había parecido. Zatoichi se dirigió a Shinichiro con la ternura de un abuelo.

- Muchacho -le dijo-, años atrás te hice un favor del que no me arrepiento en absoluto. Te costeé los estudios y te di la oportunidad de entrar en la Universidad. He de decir que no me has defraudado, al contrario, estoy muy orgulloso de tu evolución. Pero el mismo día en que te prometí que devolvería el honor a nuestra llorada Natsuko, te anuncié que algún día podría necesitar de ti. Pues bien. He cubierto todas tus necesidades desde hace años, he intentado que fueses feliz y nunca te he pedido nada a cambio. Hasta este momento. Ha llegado el día en que vas a tener la oportunidad y el honor de corresponderme.
Shinichiro asintió con respeto. Hacía años que, de tanto en tanto, consideraba esa posibilidad.. Favor con favor se paga, había pensado en ocasiones, y más aun si el benefactor era Zatoichi.

- Lo único que, de momento, debes saber -prosiguió el anciano- es que, el verano que viene, un día que aun debe concretarse, deberás emprender un largo viaje hacia Europa. Ahora acércate, hijo.
Zatoichi le despidió con un fuerte beso en la mejilla, y Shinichiro tuvo la sensación de que no iba a tener muchas oportunidades de volver a ver a su tutor.
- Ahora ya puedes regresar a tu oficina. Kokujiro te llevará.




7

Aquel día de verano había llegado y Shinichiro aguardaba impaciente en su habitación del hotel Keio Plaza. En un momento dado, por los altavoces del hilo musical, el joven escuchó una melodía, una tonada que le devolvió a la infancia junto a su tía por unos minutos.
No podía precisar con seguridad el número exacto de ocasiones en las que había escuchado aquel disco, el viejo "Natsumero Kyoen". Una producción de Columbia Records de 1970. La música de aquel vinilo había formado parte de la banda sonora de su vida con Natsuko. Shinichiro tarareó para sí.
-Midori no kaze ni o kureke ga yashashi ku yureta koi no yoru...

Llegado a este punto, no pudo evitar las lágrimas. Se levantó del sofá y se dirigió a la ventana. Cuando se enjuagó el rastro de aquella lágrima, cayó en la cuenta de lo caprichoso que era el azar. Había pasado un año justo desde la última visita a Zatoichi, trescientos sesenta y cinco días, con sus correspondientes trescientas sesenta y cinco noches. Y precisamente ése era el título de la canción que sonaba, "365 noches", la primera de la cara B del disco que aún poseía y que debía descansar en estos momentos entre los de Pink Floyd y Metallica.

Shinichiro acababa de encender un Marlboro cuando oyó que llamaban a su puerta. Se le aceleró el ritmo cardíaco. Apagó nerviosamente el pitillo y mesó sus largos cabellos negros. Entonces aspiró profundamente el aire fresco de la habitación y se encaminó hacia la puerta. Hizo pasar al visitante, quien se identificó como un emisario de Zatoichi y, tras observar desconfiado a un extremo y al otro del pasillo, entró en la habitación, se sentó a los pies de la cama y miró a Shinichiro con cierto desdén.
- Te traigo un mensaje, chico -dijo despacio, mientras por la comisura de sus labios escapaban pequeñas gotitas de saliva-. Siéntate y escucha con atención

lunes, 30 de enero de 2012

Marco Reichert


Y acabo por este lunes –que ha sido tan duro como casi todos, reunión con programadores incluida- con parte de los fantásticos y coloridos trabajos al óleo de este joven pintor de Berlín llamado Marco Reichert.

François Rousseau


Después de diez años dedicándose a la pintura, este artista francés nacido en 1967 –yeaaaahh!- al que llamaron François Rousseau cogió una cámara y comenzó una carrera en el mundo de la fotografía, publicando en numerosos magazines –destaca Les inrockuptibles- y realizando campañas para firmas como Everlast, L’Oreal o Lacoste entre muchas otras. Me ha gustado tanto que hoy he querido dedicarle una entrada.

Vika Azarenka


Amiguitos, ayer me enteré de que esta muchacha –que se llama Vika Azarenka y es bielorrusa- es la flamante reciente campeona del Open de Australia y se ha convertido en la primera jugadora en la clasificación de la WTA. Eso sí, el tenis me la trae al pairo.

domingo, 29 de enero de 2012

Nick D’Emilio


Finalizo mis entradas del último domingo del mes con un fabuloso fotógrafo de Washington DC llamado Nick D’Emilio, al que no conocía pero que me ha parecido fantástico. La verdad es que no tengo ningún dato para ofreceros.

Seeking justice


Para terminar mis reseñas de este domingo húmedo y frío os traigo una primicia del blog con Nicolas Cage como protagonista. Con dos cintas de este actor pendientes de estreno y una recién llegada a nuestras salas comerciales, hoy os quiero comentar mis impresiones sobre una de ellas, el thriller Seeking justice. En esta cinta ambientada también en Nueva Orleans –como Bad Lieutenant, protagonizada por Cage en 2009-, algo en lo que quizás tenga mucho que ver que en esa localidad reside el actor, se nos cuenta el violento cambio que sufre la vida de Will Gerard, profesor en un instituto con alumnos conflictivos, cuando su mujer es atacada salvajemente una noche y alguien misterioso le propone en el mismísimo hospital vengarse por él a cambio de que en el futuro le devuelva el favor.


Producida por Tobey Maguire –sí amiguitos, Peter Parker metido a potentado del séptimo arte-, Seeking justice es la típica historia de un hombre bueno en un mal momento de la vida al que los malos obligan a hacer cosas que no desea hacer y por las que además será perseguido por la ley. En ese aspecto ya advertimos que la película no es demasiado original que digamos, y la última escena es más que previsible, pero en general la cinta está bien resuelta y sabe mantenernos en tensión. En fin, que sin ser una obra de alto nivel creativo, Seeking justice es una película distraída y de visión recomendada por este que os escribe.