domingo, 30 de agosto de 2015

Supersonic Man


Y hoy también toca hablaros de un título mítico de la serie B hispana, la imprescindible –por cutre– Supersonic Man, dirigida, producida y coescrita por el valenciano Juan Piquer Simón. Después del éxito internacional que supuso su Viaje al centro de la Tierra, el realizador pudo permitirse seleccionar entre diversos encargos que le llegaron y así es como se decidió por esta versión trash muy libre de Superman, exitosa cinta estrenada por Richard Donner un año antes. Y es que hasta la música de los créditos parece una burda copia de la inolvidable melodía de John Williams. Aquí, Kronos, un extraterrestre antropomorfo que hiberna en una nave espacial, es despertado con la misión de ir a la Tierra y salvarla de la propia humanidad. Será en nuestro planeta donde adquiera el nombre de Supersonic Man y deba luchar contra el Doctor Gulik, un villano que con la ayuda de un robot y los explosivos que el profesor Morgan –a quien ha secuestrado– diseña en su laboratorio, pretende dominar el mundo desde su base subterránea súpersecreta. Para ello utilizará su personalidad de superhéroe llamada Supersonic man, un tipo con máscara, capa y guantes forrados en purpurina azul que tiene súper fuerza, capacidad de volar, telequinesia, visión de rayos X e incluso puede convertir las pistolas en plátanos. 


Además de contar –entre una legión de secundarios de segunda clase como Quique Camoiras– con la participación de habituales colaboradores de Piquer como el asturiano Frank Braña o el barcelonés José María Caffarel y la aparición de la actriz y fotógrafa Diana Polakov –que fue pareja sentimental de Ramoncín y un buen día desapareció del mundo de la farándula–, Supersonic Man está protagonizada por el italiano Antonio Cantafora –acreditado como Michael Colby, ahí es nada– en el papel de Paul, el soriano José Luis Ayestarán –aquí Richard Yesteran– como su alter ego Kronos y el prolífico actor norteamericano de cine y televisión Cameron Mitchell, interpretando al malvado Doctor Gulik. Visto con ojos de hoy en día, la verdad es que toda la película parece casposa y cutre y no entendemos cómo estuvieron meses y meses dedicando jornadas maratonianas a la producción de unos efectos especiales que son bastante patéticos. Rayos láser amarillos, excavadoras de cartón, coches que explotan solos, maquetas de helicópteros o edificios que se advierten a simple vista, un robot que parece mezcla de un Cylon y esos juguetes japoneses hechos con hojalata, sin olvidar las imágenes de Supersonic Man haciendo que vuela superpuesto a vistas aéreas de Nueva York, de vergüenza ajena. Sin embargo, seamos justos y recordemos que los efectos especiales de Superman o su secuela, pese a tener detrás toda la maquinaria de Hollywood, nos parecen hoy igual de pueriles. Así que obviemos los innumerables fallos de esta simpática película y tomémosla como un homenaje del realizador al cine de superhéroes. Bueno, y a Star Wars... porque la transformación de Paul a Supersonic Man diciéndole a su reloj “Que la fuerza de las galaxias sea conmigo” suena a Yoda que te cagas. No os la podéis perder.


A modo de bonus, acompaño una imagen de la evaporada Diana Polakov.

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