viernes, 28 de febrero de 2014

CAP.7

Transfiero mi vida y conocimiento al Kybalion siguiendo instrucciones precisas de SU divino orden para futuro juicio de la humanidad: 

Mi historia de campesino y hábil artesano, de feliz existencia con mi amada Eilidh -la bella Eilidh de dorados cabellos-, honrado por el señor del clan con tierras y hombres, se alteró por la mano de su mayorazgo. Sabedor mi señor del ultraje, cayó en mayor desatino al ordenar mi muerte y la de todos aquellos que me amaran, pues la ley imponía la ejecución del infractor y homicida, fuera cual fuese su rango a manos de quien por lazos de sangre u otros a bien tuviese hacerla cumplir. 

Y empezó la sangría y con ella los incendios y con estos la hambruna. 

Oculto en los pantanos, protegido por mis más leales camaradas, lloraba consumiéndome a orillas de por donde el cadáver de la otrora mi dueña se desvaneció. Oré a Cally mi muerte y se me agració con la vida eterna, la verdadera sabiduría, la fuerza, el dominio sin cortapisas sobre SU creación y un primer cometido: acabar con la anomalía que el mal quería instaurar. 

Esperé por última vez como hombre a los sicarios del rey, entre brumas y vendavales les abatí uno tras otro. Mi pericia capturándoles vivos para luego arrastrarles hasta las enfangadas aguas donde ahogarles, me valió el sobrenombre de Kelpie. 

Festejé una tras otra cada victoria con conejos, liebres y algún venado entre risas, buenos vinos y bailes con lugareños, amigos y honrados desertores de su majestad, todos comíamos, bebíamos y en persona entregaba al pueblo la parte del botín correspondiente. 

Cuando el número de carniceros a sueldo alcanzó a 333, cesó su advenimiento, quizás la economía de mi infortunado señor estuviese en horas bajas o no conocía suicida alguno más. En estas, mi regreso al castillo de Culen no sorprendió a sus habitantes que, gustosos, franquearon mi paso hasta el salón del trono. Allí, en esa sala de iniquidad, descuarticé a vistas de todos, uno a uno, el linaje de su majestad, reservándome a hijo y padre como colofón. 

Deben saber que SU divina esencia me otorgó licencias y dones. 

Deben saber que a no pocos de SUS arcángeles -seres creados ex profeso-, aquellos que solo ellos podían ver SU rostro, amargaba y enrabiaba. No era el palacio en la montaña celeste, ni la libre disposición de cuantas hembras y sirvientes allende rincón del universo me fuera otorgado o mi albedrío, no, era el tiempo que dedicaba a mi persona: “un ser inferior”. 

Olvidando su naturaleza, acordaron mi exoneración, precipitando su final. 

SU gracia a bien tuvo comisionarme para tal fin, otorgome el honor de ser SU mandoble, cargo que contemplo hasta la fecha. 

SU persistencia en la pureza, de un todo límpido, sin macula, contrajo su disociación en dos fuerzas de igual magnitud y violencia. 

Abocados inevitablemente al cese de la creación, la guerra por la supremacía fue una constante de magnitud imposible de cuantificar en física humana. 

Mucho fue el padecer del reino celestial, tanto como prosperó mi fama y devoción por Él. 

A la postre, la pugna acabó en tablas cuyo sello se plasmó con un tratado que remató su arcángel y señor de la guerra: Heylel, una tregua de equilibrio sobrevenido, dividiendo universo y contenido. 

Fueron tres millones de años evidenciando su efectividad de gran paz y holganza para mi, entonces, resolvió retirarse a meditar por 50.000 años. 

Habíase acordado con el Señor de la Guerra, portador de la luz, el relevo en el orden, custodia y reinicio de SU creación. Heylel seguía el programa dado, riguroso en el método, digno arrendatario del trono. 

Yo, versado en su traición a futuro, fiel cumplidor de cuantos cometidos me hacía, esperaba se cumpliera SU designio. Aunque tras 50.000 años de ausencia cognoscitiva, SU espíritu era solo un recuerdo, algo que a un inmortal se le da bien es: diluir la memoria. A fuer de sinceridad les relato que creía ya sus palabras como ilusa remembranza. 


Toqué SU tierra un 23 de enero arrebatándole en su último estertor el cuerpo a un tal Arnaud, taxista, hombre, en exceso limpio, ordenado, solitario, friqui, enfermo terminal, adicto a la coca y a la maría por aquello de aliviar males, otrora de buena planta, aferrado aún al volante, como si su destino final fuera una partida de ajedrez y él el peón a mover se negara en consentir. 

Visible a ojo humano, me presenté ante las puertas de la mansión donde Pablo, Pablo Gil, perdía contacto con la realidad gracias a un potente neurotóxico que permite su reprogramación mental… 

Cumplidos los prolegómenos… entré, subí las escaleras serpenteantes hasta el segundo piso donde Helga jugaba con un vaso a modo de micrófono, ni que decir tiene que al verme lo dejó correr en caída libre por su cuerpo –como es de habitual cortesía para conmigo- hasta que a altura oportuna su pie atinó golpearlo… esquivarlo fue fácil con un simple movimiento de cabeza… nos miramos renovando votos... nos debíamos mucho… nos deseábamos más, no obstante nuestro Disociado Señor impedía contacto físico alguno… nuestras mentes cruzaron recuerdos amables a modo de saludo…prontamente acometimos nuestra obligación: 

-Me gustaba más tu pelo dorado ¡so cabrona de mis entretelas! … 
-Yo también te quiero… ¿Qué haces por estos andurriales? 

La dejé aproximar tan a corta distancia para renovar su olor en mi memoria, tanto, que pudo asirme por el pico de la corbata quedando calcinada al instante. -¿A qué juegas? Le pregunté mientras me dirigía a prepararme un vodka seco en vaso largo, una bella manera de beber agua con sabor, pues no hay sustancia que pueda alterar mi juicio. 
-Un poco de papilla y voilà: se cree un emisario alienígena en pos de la paz y concordia universal… jajaja 
Me privan sus pecas y su risa aún más… 

-Vengo a llevármelo por orden de… 
-¿Heylel? 
-Más arriba 
-No te creo… además no le debo pleitesía… Y sí crees hijo de la grandísima que lo voy a ceder sin trocar... lo llevas tela crudo… Le necesito, ha de ser quien justifique a ojos humanos los crímenes cometidos… 
-Tampoco pretendí tamaña cosa, te entrego en permuta el cuerpo que porto y el oro para tu iglesia… para tus iguales –sonreí malévolamente-, perdón tu empresa la Birkenfeld AG, lo encontrarás en dos sacos en el maletero del taxi, pero, éste, éste es mío… 

Me miró, la mire, nos miramos en la dimensión donde nuestros cuerpos reales ataviados para la batalla enmudecieron, ninguno se atrevió a desenvainar primero, nuestro código no permite mostrar acero alguno sin verter sangre enemiga. 
-¿Y Marko? –preguntó.
-Descansando –contesté. 
A través del mirador la vi contonear su cuerpo recorriendo el corto camino de la puerta al coche, lanzarme como hembra ninguna sabe hacerlo esa mirada suya, doblarse para sacar del maletero del “Skoda” las bolsas y portarlas hasta el 4X4… la vi alejarse y volví a llorar por dentro. 

“Pesqué” a Pablo, el “colgao” de Pablo a horcajadas hasta el taxi, poco después lo subía a su casa sin temor a ser descubiertos por los “Zipi y Zape” que habían encontrado la horma de su zapato al estrellar el viejo Ford azul contra una vieja y céntrica zapatillería de moda… 

Lo acosté colocando su glock/20 sobre la mesita de noche derecha, en su contraria, abierto oportunamente el diario de Artur Schnabel y más abajo, entre el larguero de la cama y el armario, en el puto suelo, su querido amigo Cris. 

Crisantomo Valdemoro de la Cruz yacía por sabia selección de ansiolíticos que tan descuidadamente guardaba nuestro anfitrión, incentivo para un alma en pena... 
-¡Puta zorra! Se lo tenía merecido… 
Pensó tras colgar. 
Se los administré con cerveza, él celebraba y yo también que los micros estuvieron colocados y dejado evidencia irrefutable de su enajenación tras la llamada amiga notificándole la desgraciada muerte de Luisa. Luisa murió al intentar salvar a su perro cruzando la calle desatado, ¿un impulso? o quizás ¿un empujoncito? o ¿unas hábiles tijeras cercenaron su vida? 

-Bien Pablo, bien -dije-, hazte digno de esta mudanza en el correr de tu vida y por lo que más quieras, cambia a Satie por Bach. 

Tocata y fuga en re menor opus BWV 565

El cuerpo que portaba lo entregué en el lugar y tiempo señalado… 

© @LAIwtRYU 


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1 comentario:

Rockologia dijo...

Joder, por lo menos la historia vuelve a tomar rumbo... Y ya hay cadáveres...